García Martínez – 4 mayo 2005
Bueno, passar sí que passa, pero no demasiado. Quiero decir no tanto como para que cunda el pánico. Lo único ha sido que se me ha puesto la cabra muy malica. Y, en esas circunstancias, yo no me sentía con fuerzas -y mucho menos con ánimos- para acudir al trabajo (si es que se le puede llamar así, que esa es otra).
Todo fue que, de la noche a la mañana, el animalico se quejó de ciertos dolores en el pecho. Especialmente a la hora de tomarse la alfalfa del desayuno. Al principio pensamos que quizás se tratara de una reacción alérgica. Y eso porque, cada vez que veíamos en la tele a Zapatero peleándose con Rajoy (y viceversa), ella…
-¿Quién es ella?
¿Coño, pues la cabra! ¿Quién va a ser? Pues, nada, que se ponía de los nervios. Hasta el extremo de que intentaba morderse las mamellas, o sea autolesionarse. Y, como eso es imposible, pues que las mamellas le cuelgan de muy arriba, daba viletas y todo, con tal de alcanzarlas con los dientes. En fin, que hacía cabriolas -como su madre cuando actuaba con los gitanos-, pero cabriolas enloquecidas, no titiriteras. Digamos que en plan aquelarre.
El lector entenderá que, en ese estado, no podía dejarla allí al cuidado del cabrón. Porque no me fío, lo digo como lo siento. Y porque, se mire como se mire, un cabrón siempre es un cabrón. Por más que, de hocico para afuera, haga protestas de cariño a la cabrica. Yo sólo le permito que venga a la casa un día a la semana para que pernocten ambos dos, pues todos somos hijos de Dios. Pero, en cuanto que terminan la faena, le doy puerta. Que, además de cabrón, es un chulo.
Alergia dicen los doctores que no es, pero admiten que la tormentosa relación entre Rajoy y Zapatero sí que puede afectar, para malo, a las coronarias. La pobre cabra es que no soporta ver a dos tíos tan grandes haciendo el tonto, un día sí y el otro también.
Y luego está otro factor coadyuvante -así lo expresó el veterinario- como es el sobrepeso. Visto que alguien le anunció que, por la sequía reinante, habrá que racionar los pastos, la jodía de ella se viene comiendo hasta los cardos esos pinchosos. Y está hecha una bola.
Esta es la explicación que servidor quería trasladarle al curioso lector.