García Martínez – 11 Febrero 2005
Loquicos, lo que se dice loquicos, andan los tertulianos de las tertulias. Esta vez le toca al ministro Moratainos, que lo es de Exteriores.
-¿Pero por qué le llama Moratainos?
Es muy sencillo: un ministro que ha de vérselas con personajes que parlan inglés -incluso él mismo me supongo que lo hablará-, no puede responder por Moratinos, que es una palabra demasiado rural y aldeana, en fin, vulgar.
Moratinos me creo que deriva de morato y moratón. Morato quiere decir moreno, aludiendo al trigo de dicho color. Y moratón equivale a esa mancha que nos sale en la piel cuando nos damos (o nos dan) un golpe. De forma que si, en inglés, la i se pronuncia ai, decirle Moratainos a Moratinos es hacerle un favor. Le da glamour de ese que llaman.
No considere el lector que me estoy pasando de la raya. Tenga en cuenta que todo mundo acepta que Miami es Maiami, equivocándose. Porque Miami no es término inglés, sino que viene de los indios. Estas cosas hay que decirlas.
A la misma Condoleezza Rice, por ser latina, su familia la conoce de toda la vida como Condolencia Arroz. Pero de no ser porque ha traducido su nombre al inglés, hoy no tendría el cargo que tiene. Si cometieras el horror de decir que Trigo Moreno, ministro español de Asuntos Exteriores, cambia impresiones con Arroz, secretaria de Estado de los EE.UU., la gente se mondaría de risa.
Pero el asunto principal que debería ocuparnos no es ese. Si me he detenido en ello es porque me gusta tener informado al lector. A lo que voy es a que las radios y las teles -los tertulianos, en fin, que ya constituyen plaga- dan por bueno que Moratainos estuvo charlando (de pie y ambos dos con las manos puestas en el mismo respaldo de la misma silla) durante cinco minutos.
A eso, yo, aunque sea de provincias, digo que no. Que la tele la vemos todos. Y que sólo con que te fijaras una miaja, podías comprobar que la conversación no llegó a dos minutos. Y no es que el resto de los minutos, hasta cinco, hablaran sin las cámaras delante. Nada de eso. El espectador pudo ver cuándo iniciaban el diálogo y cuándo lo acababan. Ya digo, menos de dos minutos. ¿Pues no sabe usted lo que son cinco minutos en televisión? Una eternidad.
Así, pues, nos han manipulado tocante al encuentro de estos dos cereales.