García Martínez – 15 mayo 2005
Aquí donde lo ves, el guitarrista Manuel Díaz Cano está incrustado -bien que en movimiento, por peripatético- en el paisaje urbano de Murcia. Destaca muchísimo, coronando un rictus decididamente severo, un prestigioso bigote blanco. Pero no un bigotillo para salir del paso, ni excesivo, sino hecho y derecho, muy consciente del papel que le toca desempeñar en el rostro anguloso del personaje.
Toda esta descripción, quizás prolija, tiene por objeto hacer ver que ese paseante anónimo que circula del bracete de su mujer, no es uno más entre nosotros. Es un artista. Y como tal conviene que se le considere.
Hace poco, la murciana Academia de Bellas Artes le ha editado un cedé que contiene, entre otras cosas, la Suite Murciana, de la que el guitarrista es autor e intérprete. Estoy escuchándola y me digo que quizás sea ahora el momento de tenerla de fondo para pensar, siquiera unos minutos, en lo murciano, por así llamarlo. Aunque sólo esa una vez al año y aprovechando que ya tenemos encima el Día de la Región. Que no todo consiste en la vida en laborar y holgar.
¿Acaso hemos de ser nosotros menos que las regiones oficialmente históricas, que tanto se miran el ombligo nacionalístico y no paran de restregarnos por la cara lo peculiar de su indentidad? ¿Y ello sólo porque somos una provincia que no planta jamás batalla a los que mandan desde lo alto de la pirámide?
Pensemos, mientras nos acompaña la Suite, en lo que somos, hemos sido y tendríamos que ser. Por si eso nos estimula, primero, a tomar conciencia, y segundo, a tomar un camino. La Suite que digo es como una ensalada murciana que te trae un poco de todo lo principal. Mojemos, pues.
El moderato es una nana (nuestros zagalicos). El andantino, una salve de aurora (nuestras creencias). El vivace, una jota (nuestra alegría). El adagio, un canto de romería (nuestro esparcimiento). Un alegro, la canción del Paño Fino (nuestro trabajo). Y otro, las seguidillas del Jo y Ja (nuestros políticos).
Con estar unos pocos minutos recogidos en nosotros mismos, mejor oliendo azahar, bastará para cumplir con el mandamiento de examinarnos de cuando en cuando a nosotros mismos. La guitarra de Díaz Cano nos aprovechará de ayuda y compaña.