García Martínez – 21 mayo 2005
El Ayuntamiento de la capital se dispone a hacerles un favor a varias constructoras, a cambio de otro favor: que suelten diez millones de euros para restaurar, de una vez por todas, el Casino de Murcia.
Pero la oposición, que -al igual que el Maligno- no descansa, ya ha dicho que nones. No tanto, como sucede casi siempre, porque esté en contra de la idea, como por llevarle la contraria al PP. O quizás no. Tampoco voy a poner yo la mano en el fuego.
La cosa es que, además de denunciar que en esta mecánica hay pelotazo, la oposición propone que, ya puestos, lo mejor sería hacerle a Murcia un Metro. Se trata de un tema recurrente…
-Como todos los de esta Región.
Apúntese una el lector. Su apreciación me parece acertada.
Ahora nos toca actuar a nosotros, los ciudadanitos. ¿Qué nos correspondería? Pues tomar la decisión de si queremos Metro o Casino arreglado. Por si aprovechara como sugerencia, me voy a remitir a lo que escribió el clásico. Fue que una madre le preguntó a su retoño, a la hora del almuerzo: «Nene, ¿qué quieres? ¿Huevo o torrezno». Y respondió la criaturica: «Torrezno, madre. Pero échele en cima el huevo. Es bueno que haya de todo».
Esta sería la cuestión. Considerando la índole de nuestras aspiraciones sempiternas, quizás fuese lo mejor que nos pusieran de dulce el Casino, pero echándole encima el Metro, no sé si me explico. Pudiendo tener ambas cosas, ¿por qué conformarse con una sola?
-Y, en llegando al río, ¿por dónde iría el Metro? ¿Por arriba o subterráneo?
Hombre. Ya sabrá usted que, en algunas capitales del ancho mundo, el Metro va unas veces por arriba y otras subterráneo. Eso lo hemos visto mil veces en las películas que tienen Nueva York por escenario. Un ratico por aquí y otro ratico por allá. También en esto funciona lo del huevo y el torrezno.
No creo que, por el hecho de ser provincianos, debamos privarnos nosotros de lo mejor. Bastantes veces hemos tenido que cargar con la más fea. Si se ha presentado la oportunidad financiera, coño, vamos a aprovecharla.
-Y del presunto pelotazo, ¿qué?
¿Ay, mi amigo! Tocante a eso, sabe más el político por político que el Diablo por Diablo.