García Martínez – 23 junio 2005
Don Vicente Vicent hace ya años que no regenta la tienda de la que era propietario. «Las dos banderas» -que así se titulaba el establecimiento- fue la zapatería más famosa de la Región, cuando en ella se hermanaban nuestra provincia y la de Albacete.
Estaba donde la Platería se abre a la plaza de San Bartolomé. Y, siempre que se hablaba de calzado, era la referencia indiscutible. En la fachada se veía un mosaico con dos banderas cruzadas: la francesa y la española. Después, la extranjera fue sustituida por la roja y gualda.
Este don Vicente Vicent que digo peina hoy canas y jubilación. Tiene vivienda en la plaza de Santa Isabel. Y su norte de ahora mismo es lograr que en la estatua de La Fama, que cuasi preside el jardín, luzcan de nuevo los nombres de los personajes murcianos -pintores, escultores, dramaturgos y tal- que lucieron en otro tiempo.
Esos rótulos figuran hoy, deteriorados, en el viejo pedestal que los munícipes colocaron finalmente, sin estatua ninguna, frente a la Delegación del Gobierno. Don Vicente ha hecho gestiones desinteresadas. Pensó incluso en colocar una mesita en la plaza para recoger firmas ciudadanas.
Por fin, sus ruegos han tenido eco en el Ayuntamiento. Pero no en la medida en que él deseaba. El concejal Sánchez Carrillo prescribió que rotularan La Fama actual con el siguiente letrero: «A los hijos ilustres de Murcia». Pero nada más. Sin reponer los nombres. Además de lo dicho, a don Vicente Vicent le preocupa la relación monolito-aparcamiento subterráneo, pues no ve claro que no se pueda producir alguna clase de accidente, pero este es un tema técnico.
El otro, el artístico-añorante, está mucho más claro y reclama un debate ciudadano o, en última instancia, una decisión municipal. El problema es qué nombres nuevos deberían añadirse a los anteriores, entre los que figura, creo recordar, el mismísimo Salzillo. No vaya a ser que nos encontremos ahora con una lista de murcianos recordables que ocupe desde El Palmar hasta la New Condomina.
Mas en ese avispero no se mete servidor. Ni don Vicente Vicent, que lo único que pretende, el hombre, es dejar las cosas en su sitio.
A ver si pudiera ser, porfa