García Martínez – 8 junio 2005
No dirá el lector que no se lo advertí hace ya algún tiempo. Le hice saber cómo la señora Manjón, que lo hizo tan bien ante la Comisión del 11-M, acabaría engullida por los mismos políticos a los que censuraba.
No es que me las quiera dar de listo, pero la escandalera que acaba de montar confirma mis temores de un día. La buena señora -que, de seguro, ha de serlo- ha metido la patita hasta el corvejón. En los medios políticos e informativos se ha liado la de Dios. Y aún más, si fuera posible.
La dama ha venido a decir -servidor ha escuchado sus palabras- que las de la manifestación del sábado eran «las víctimas mediáticas de siempre», como si las de su asociación no salieran en la radio, en la prensa y en la tele, un día sí y el otro también. Pero no queda ahí la cosa, pues, cuando uno se pone a desbarrar, el desbarre suele no tener límites. Asegura que, para víctima del terrorismo, ella -que perdió un hijo-, ya que al presidente de la asociación de familiares de aquellos a quienes asesinó ETA, lo que le mataron fue un hermano. Olé, la tremenda España con sus tremendos españoles y españolas.
Uno, sin ser muy perspicaz, ya lo vio venir. Y lo expresó por escrito. No crea el lector que me agrada haber acertado, tras padecer la intuición de que a la señora Manjón -que tantos merecidos elogios recibiera por su actitud de entonces- acabarían echándola a perder.
Así lo dije cuando la vi acudir a esta y aquella celebración, mimada por los periodistas (y por el pueblo, desde luego), que la iban transformando en un personaje casi de couché. Publicó un libro y todo, fíjate.
Mire usted: el Sistema, la Superestructura, el Tinglado (de la farsa nueva) tiene unas tragaderas de aquí te espero. Se lo zampa todo, como esas culebras que se tragan entero al conejo. En cuanto que esos mecanismos engrasados por tantos intereses, muchos de ellos espurios, se topan con una chinita que les hace chirriar siquiera una miaja, la devoran de inmediato. Bien con la lisonja engañosa que halaga la vanidad -como me supongo que es el caso de la señora Manjón-, bien a base de untar con prebendas de todo género.
Y, mientras, los que murieron, soportando la enloquecida verbena. Ojalá que no se enteren de nada, como parece