García Martínez – 1 junio 2005
Todos los diputados del Parlamento regional (bueno, la Asamblea, para decirlo con los pies en el suelo), amén de los ujieres, administrativos, empleados de la cafetería, gente de los medios (sin olvidar al ciudadano Angosto), así como el escaso público que asiste a las sesiones, todos juntos en unión pedimos que Cartagena sea catalogada, por fin, como Gran Ciudad.
Los tres grupos parlamentarios -PP, PSOE e IU- requieren que sea por el procedimiento de urgencia. Lo que pasa es que, de pronto, alguien se ha dado cuenta de que, a estas alturas de la Historia de Cartagena, pretender que se haga todo tan deprisa y corriendo -como si estuviera al caer la fin del mundo- puede sonar a cachondeo. Por eso se ha decidido obtener el parecer de la Junta de Portavoces para que estudie si conviene actuar con esa premura.
Porque, claro, basta con echar un ojo al festejo de los Cartagineses y Romanos, para darse cuenta de que Cartagena viene siendo Ciudad Grande -y hasta Gran Ciudad- desde hace la tira de siglos. Y choca un tanto que sea ahora cuando los políticos corren como el que se quita avispas del culo, para que se le dé a Cartagena, de la noche a la mañana, lo que debieron haberle dado desde mucho antes del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, amén.
-Usted lo que está haciendo es entonar el ya tópico «¿Viva Cartagena!».
No debería usted decir eso de mí, que soy de los escasos que, con cierta fama de barriga verde a cuestas, dijo en la misma Cartagena -ante un auditorio compuesto por una legión de cantonales reivindicatorios-, que la Murcia centralista debía portarse mejor con la industriosa comarca, pero que, al mismo tiempo, los cartageneros quizás deberían abandonar su política de lamentaciones y ponerse ellos también manos a la obra.
Las prisas por otorgarle a Cartagena en los papeles el título de Gran Ciudad han despertado algún recelo. Hay quien sospecha que, con ello, se busca taparles la boca a los cartageneros para que no den más la tabarra con lo de la dichosa provincialidad. Aun cuando servidor no acaba de ver que lo uno sea incompatible con lo otro.
Sugeriría, si puedo, que no se instale la teórica urgencia en el trámite, al tiempo que se lleva a cabo el nombramiento lo más urgentemente posible