García Martínez – 17 Febrero 2005
A mí no me parece afortunada -y que el Señor me perdone por ello-la comparación (o asimilación) que hace el obispo de Ciudad Real entre Calígula (na menos) y Zapatero. No sé. No acabo de verlo.
Tocante al físico, Zapatero tiene la boca grande -y que aún parece más grande cuando se la vemos cerrada-, mientras que Calígula muestra la suya más recogida y carnosa. La nariz del Presidente es afilada, en tanto que la del sucesor de Tiberio es más bien roma.
-Por eso ejerció de emperador romano, el jodío de él.
Vale, como el lector quiera. No merece la pena discutir por eso. Tenemos a continuación la cosa de las cejas. En ambos casos son finas y luengas, con la diferencia de que las del Emperador se van hacia el noreste/noroeste y las del Presidente componen un acento de esos que se llaman circunflejos (^).
Se registra una coincidencia, pero muy cogida por los pelos. Calígula pasó a la Historia con fama de hijoputa. Zapatero, justo por esas cejas luciferinas que luce, podría recordarnos al Demonio, pero no hay nada de eso, pues yo lo veo una buena persona. Quizás un poco cargado de hombros, como Felipe González, por el peso de las muchas responsabilidades que le incumben.
Referente a la toma del poder, Tiberio, en el 35, nombró herederos a partes iguales a Cayo, hijo de Germánico, y a su propio nieto, Tiberio Gemelo, hijo de Druso el Joven. ¿Vamos bien?
-Con dificultades, pero vamos.
El Cayo que he dicho era conocido por Calígula. Se conoce que era un mote. De modo que, para simplificar, Calígula era del PSOE y Tiberio Gemelo del PP. Mas comoquiera que este aún no había revestido la toga viril, por tener sólo veinticinco años, Calígula aprovechó esa circunstancia -que podría haber sido igualmente la de una guerra en Babilonia- para encaramarse al trono.
Este señor Calígula era muy popular. En las visitas a provincias, siempre colgaba el no hay billetes. Dice la Historia que el genares empezó a cometer extravagancias, al salir de una enfermedad que le cambió el carácter. Aquí tampoco hay nada que rascar en cuanto a comparaciones, pues, que yo sepa, Zapatero estuvo siempre como una rosa.
No sé de dónde se saca los parecidos el señor obispo de Ciudad Real.