García Martínez – 12 julio 2005
El jueves este que viene tenemos que echarnos a la calle. Una vez más. Pero digo yo que no merecerá la pena, si no acudimos todos juntos y en unión defendiendo la bandera de la santísima agua. Todo lo que sea romper de antemano el evento en partes o partidos, invalida el esfuerzo. Como dijo don Vicente Medina: «¿Pa qué quiés que vaya? ¿Pa ver y hacer ver que cada uno estamos a nuestra bola particular?».
-Esto último no salió de la boca, ni de la pluma de don Vicente.
Pero seguro que saldría si hoy viviese. No hay que darle vueltas: lo que más nos ha perjudicado en la cosa esta del agua es que, a la hora de la reclamación, cada cual ha tirado, antes que nada, por su interés partidista. Y eso es lo que desean arriba: que haya división.
La cual división, encima, es falsa por artificial, pues, en el fondo, las gentes de buena voluntad quieran más agua que partido. Fíjese usted que incluso para pedir lo mismo enarbolan eslóganes diferentes. ¿Pero qué diferencia hay entre «Agua para todos» y «Todos por el agua»? A ver, que traigan del Más Allá a Lázaro Carreter.
Cuando las bodas famosas de Camacho, se acordaréis cómo Cervantes…
-¿Mande?
Uno que era manco. Pues Cervantes, en las dichas y tragicómicas nupcias, aludía a las pancartas que allí hubo, resaltando la ingeniosidad de sus contenidos fraseológicos. Hasta el punto de que, para el escritor, la pancarta en sí misma es un ingenio.
En nuestro caso, no interesa tanto lo que se pide como quiénes lo piden. Bastaría y sobraría con imprimir «Agua» sobre el lienzo, si los que integren la marcha se olvidan por unas horas de los intereses del partido y convergen en el interés de Murcia. Aquí, el verdadero ingenio radica en no esturrearse.
Por dónde ha de venir el agua -sea por tierra, por mar o por aire- es asunto en el que no cabe (ni conviene) entrar este jueves. Lo que importa es que venga, pronto y en cantidad suficiente.
«Juntos y en unión» no es redundancia en lo que a nosotros toca, sino que lo uno ayuda a lo otro. El afán de los partidos debe ser el mismo afán de Murcia. Lo otro es marear la perdiz y perdernos en discusiones estériles.
Sépase que, si seguimos haciendo el tonto, el futuro nos pedirá cuentas