García Martínez – 09 julio 2005
Conviene ser justo. Y yo quiero serlo con la ministra Narbona. Uno tiene la impresión de que, cuando dijo a sus compañeros del Consejo lo de las lechugas murcianas regadas con aguas fecales, estaba cometiendo una imprudencia no deseada.
A lo mejor es que soy un ingenuo, pero creo que lo que ella pretendía era convencer a sus coleguillas del Gobierno de la necesidad que tenía Murcia de conseguir el máximo de los ciento veinte hectómetros solicitados.
Los ministros no son insensibles a las quejas de Castilla-La Mancha, ni a la propaganda tendenciosa que se viene haciendo acerca del uso del agua en esta Región. No me extrañaría que alguno se pusiera más que pesado y que, por eso mismo, la Narbona tuviese que emplearse a fondo.
-Ya, pero una ministra no debe…
Si yo le entiendo, pero todo el mundo se equivoca. Lo que no acabo de ver es mala fe por su parte. No me cabe duda de que ella es la primera que anda preocupada con todo este follón que hay montado. Aunque sólo fuera por apuntarse algún éxito, lo normal es que procure soluciones. Lo malo es que no le va a ser fácil, si ha de contentar, como parece, a los unos y a los otros.
Eso es algo que lo hemos visto ya en el último envío de caudales del Tajo. Nadie está contento. Con la diferencia de que lo que se plantea desde aquí es una necesidad más que demostrada, objetiva y palpable, mientras que en Castilla-La Mancha hay mucho de empecinamiento. Y, sobre todo, demasiado interés partidista, que se justifica por la desaforada búsqueda del voto haciendo un populismo descarado. Al final se trata de mantener las propias posaderas en el sillón. Y esto es lo más triste de todo. No se pretende el bien general, sino permanecer en la poltrona de por vida, caiga quien caiga.
De todas maneras, Zapatero tendría que darse algún que otro golpe de pecho, ya que son los polvos del Ebro los que han traído estos lodos del Tajo. Se ha creado un problema donde no lo había, al menos en las proporciones que ahora mismo tiene. Y eso supone una grave responsabilidad de orden exclusivamente político.
Un oyente del Protagonistas de Luis del Olmo le mandó un correo diciendo que los fecales son los ministros