García Martínez – 21 septiembre 2005
El de la variante ferroviaria de Camarillas es uno de los cuentos de nunca acabar que la Administración central le viene contando a Murcia desde siempre. Forma parte de las, así llamadas, asignaturas pendientes, que no se aprueban ni siquiera en la convocatoria de febrero. Lo último que nos habían dicho es que al proyecto le iban a dar el sobresaliente ahora en septiembre, mas parece que no.
Pedro Antonio Ríos, uno de los escasos políticos murcianos que tienen lo que hay que tener…
-¿Incluso siendo de IU?
Incluso siendo, sí señora. Por una vez -y por medio de Ríos-, la Izquierda Unida va más allá de su vieja cantinela reivindicativa -que siempre se queda en mera cantinela- y pasa a la acción. Ha instado a Zapatero a que cumpla lo firmado o tendrá problemas a la hora de recibir el apoyo de esa formación a los presupuestos del Estado. Lo veo bien.
Esto de Camarillas clama tanto al Cielo como al Infierno. Se trata de hacer una variante ferroviaria, por valor de 120 millones de euros, que no es dinero, en un tramo de 24 kilómetros de nada. Una inversión tan pequeña reportaría, sin embargo, beneficios del mil por uno.
Dios no ha querido que, hasta la fecha, se produzca en esa zona un accidente. Pero el día en que al tren de Madrid le fallen los frenos, todos los vagones caerán al pantano. Y con los vagones, quienes vayamos dentro. Una catástrofe. El mencionado tren está en condiciones de circular a 200 por hora, menos cuando pasa junto al Camarillas, donde hay que reducir a ochenta la velocidad. Más que nada, ya digo, para que el convoy no se salga de la vía.
En llegando a esa zona, a los viajeros se nos pone el corazón en un puño. El tren se mueve como carreta, en comparación, y se escuchan extraños ruidos. Hay un pasmo colectivo del que me supongo que no se libra ni el revisor.
La cosa se agrava en tiempos de sequía, pues, si cayéramos al embalse, el porrazo sería aún mayor al faltarnos el agua que hace de colchón.
Juntando todas las palabras y promesas falsas defecadas en torno a la variante de Camarillas, nos saldría un libro tan gordo como el Quijote. En lo que toca a Murcia, es tanto lo que se marea a la perdiz de las infraestructuras que, al final, el animalico fallece.