García Martínez – 13 septiembre 2005
Como es bien sabido, el cronista no para de cavilar en torno a lo que pueda ser mejor para el murciano medio. En este caso concreto -el del árbitro automático- el beneficio se extendería, pues no hay que ser tacaños, al resto de los españoles.
-¿Incluidas las comunidades llamadas históricas?
Desde luego que sí. El cronista al que me refiero -en fin, yo mismo- no tiene en esto regomello ninguno. Le encantan la butifarra catalana, el marmitaco y el pulpo, bien que quitándole a este último la sal esa gorda que le ponen. No por nada, sino por la tensión.
Está viéndose claro que los tiempos avanzan a más velocidad que los árbitros, tanto el principal como los líneas. Esto lo puso en evidencia, el otro día, ese gol contra el Madrid que, no siéndolo, se lo regalaron al Celta. El línea no vio que la pelota había dado en la raya de meta, pero sin llegar a superarla. Y le dijo al árbitro que decretara gol.
En muy poquitos segundos, las cámaras de televisión nos demostraban que el balón no había entrado. ¿Cómo se le queda el cuerpo a la afición blanca? Pues todo lo contrario de como se le queda a la afición azul celeste. Mire usted: estas cosas no pueden seguir ocurriendo, pues van en contra de la lógica más sencilla.
Mi propuesta sería que, tanto el juez principal como sus ayudantes, llevaran en la oreja un auricular de esos de miniatura, como los que se usan para escuchar por la calle Corazón partío, creo que me explico.
De esa forma, cuando la jugada fuese dudosa, otro colegiado con la televisión delante informaría a los colegas sobre la verdad verdadera. El procedimiento no puede ser más simple, ni más legal. Cuando el pobre línea se queda medio en babia, sin saber qué anunciarle al jefe con el banderín, le llegaría por el pinganillo una voz diciendo: «No es gol».
Sería la manera de evitar que al aficionado se le calentara la sangre y pretendiese trasladarle ese calentor al pobre colegiado. Los sindicatos no tendrían nada que objetar a esa manera de informar a los árbitros, ya que no se pierden puestos de trabajo.
Digo más: aumenta en uno la plantilla, pues que habría que designar a un colegiado más para que estuviese pendiente de la tele.
¿Me se acepta?