García Martínez – 07 septiembre 2005
Enchufé la tele a la CNN esta de aquí de España y me quedé estupefacto (me perdone el lector por la palabreja). Todo fue que doña María Teresa Fernández de la Vega estaba, lo que se dice, compareciendo. Y no paraba de aludir a la croqueta. Nada, la croqueta para arriba, la croqueta para abajo. Hasta que por fin caí en la cuenta (a cierta edad, el oído se pone duro).
Resultó que decía concreta, que no croqueta. Ya me parecía a mí, porque esta señora -de tan leída como es- no me creo que sepa hacer croquetas. Pero, oye, la palabra no se le iba de la boca.
Se refería ella a que Zapatero le había hecho a Rajoy, en la reunión de Moncloa, propuestas concretas a las que el del PP no había contestado con respuestas igualmente concretas. Y allí andaba la mujer, con las concretas para arriba y las concretas para abajo, a una hora, la de comer, en que daría uno la vida por unas croquetas.
Será que soy un antiguo, pero no veo bien que, tras la reunión Zapatero/Rajoy, mandara aquel a la Vicepresidenta a comparecer, en lugar de dar la cara ambos dos gerifaltes. No digo que en unión, pero al menos en pareja. Cuando viene alguien de fuera, bien que sale Zapatero a mostrarse al lado suyo. Es que, si no, parece que Rajoy fuese algo así como uno que pasaba por la calle.
Según estaba cantado, los líderes no se entendieron. Y uno empieza a escamarse. ¿Por qué no han de entenderse, siquiera sea en los cuatro temas fundamentales? Me huelo que, en lugar de que no pueden, es que no quieren.
Obsequiaré al lector con una opinión de Elías Canetti -que fue un judío sefardí al que le dieron el Nobel- sobre la cosa del entendimiento. En su novela “Auto de fe” plantea el tema de la incomunicabilidad humana a través de unos “personajes grotescos que hablan sin entenderse, ni querer entenderse, cada cual desde su propia y parcialísima visión del mundo, víctimas de una ofuscación producida por la estrecha univocidad de sus ángulos visuales”.
Todavía más claro: “Comprendí que los hombres se hablan unos a otros, pero no se entienden; que sus palabras son golpes que rebotan contra las palabras de los demás; que no hay ilusión más grande que el convencimiento de que el lenguaje es un medio de comunicación entre los hombres”. Entonces, ¿qué