García Martínez – 05 septiembre 2005

Desde luego que sí. Como dijo el sabio, una cosa es una cosa y otra cosa es otra. No es lo mismo predicar que dar trigo. Ni basta con inventar una ley para resolver un problema. La vida es más compleja que todo eso.
Los políticos creen que con sólo legislar se arreglan los entuertos. Y no es eso. Mira lo que ha pasado con la violencia doméstica. Comoquiera que había mucha, el Gobierno redacta un papel, hace que lo aprueben en las Cortes y asunto liquidado. Pues no. Porque la dicha violencia sigue y sigue y sigue, de forma que el papel ya dicho se torna papel mojado.
Es igual que con las comisiones de investigación. Ocurre algo gordo, ¿no? Y, entonces, como si esa fuera la medicina, se monta una comisión indagadora. Y cuando llega la hora de las conclusiones, ¿qué? Palillo y flor de malva. Ahí tiene usted la del 11-M, que sólo ha servido para dejar patente la inutilidad de las comisiones. Y así con todas.
La comisiones de investigación acaban en agua de borrajas. Porque -dentro de la partitocracia que padecemos- cada cual arrima el ascua a su propia sardina. Y al final siempre gana el que tiene en ese momento la mayoría.
Los asuntos no se enderezan a base de papelotes o de investigaciones interesadas. Hay que echarles más imaginación y, sobre todo, más honradez. ¿Acaso vamos a evitar o reducir los incendios forestales confeccionando una normativa nueva? Porque la impresión que te da el político es que los decretos, las leyes y las comisiones son la panacea. Hemos llegado a un punto en que, cuando se promueve una comisión de esas, el personal se descojona de risa. Porque es sinónimo de inoperancia y camelo.
Para el ciudadano cuentan los hechos más que las razones, por buenas que estas sean. Todos los días se ennegrece la actualidad con muertes de mujeres a manos de su pareja. Antes y después del texto legislativo. Está claro que hay que dotar de leyes al país, pero será preciso algo más: gobernar, ejecutar, hacer algo práctico. ¿Se muevan, coño!
La inoperancia de los políticos acaba desanimando a unos ciudadanos que, al final, se refugian, como antaño, en Ronaldo, Ronaldinho, la Duquesa de Alba y la Pantoja con su marido.
Por citar sólo a unos pocos.