García Martínez – 16 octubre 2005
En realidad, yo no tengo nada que decir acerca del libro no leído que ha escrito Federico Trillo.
-Entonces, ¿para qué lo menciona?
Bueno, eso no es novedad en las relaciones entre el lector y un servidor de las monjas. De ninguna Zarabanda de estas que escribo se deduce algo que merezca la pena. Pero hay que comer, ¿no? Más dejemos esto para otra ocasión, por ser como es un asunto entre el lector y yo.
Creo que el libro de Trillo es un buen tema. Lo que manda en la cosa esta del periodismo es el tema. Donde hay tema hay esperanza. Lo que se escriba debajo ya es harina de otro costal. Generalmente, una nadería, una bobada.
Tú pones aquí encima, con letras más gordas, El libro de Trillo, y al lector debería bastarle con eso. Quiero decir que es él quien tiene que reflexionar. Y llegar a sus propias conclusiones. Lo que escribe el cronista no suele llevar a ninguna parte.
El ex-ministro Trillo ha publicado un libro tipo memorias, con el que el hombre se desahoga. Como le han dado tanta caña desde la oposición, uno comprende que, después de volcar su propia versión de diversos hechos y encontradas opiniones, se quede, pues, no sé, como si hubiera ido al váter o como si hubiera echado un polvo, con perdón. Y eso es lo que importa.
De modo que el libro que escribe Trillo, o Aznar, o incluso Felipe González, le sirve al autor como de catarsis. Leerlo el lector puede ser útil, pero esa es una utopía en un país con un índice de lectura realmente bajo.
-¿Y si te lo regala?
Nada, peor aún. A libro regalado no se le mira el diente. Quiero decir que ni lo abres. Las cosas son como son y es en vano luchar contra los elementos.
Me topé al señor Trillo, hace unos días, en la redacción del periódico. Y quedamos en que se sometería, es un decir, a esa entrevista pseudoimpertinente que llevo a cabo los viernes en Punto Radio. Puede que en el vis a vis saquemos algo en claro. Pero tampoco mucho. Los políticos han asimilado en exceso lo de dar contestaciones políticamente correctas. Ya veremos.
-Y cuando vio usted a Trillo, ¿llevaba encima los michirones famosos?
No, señora. Los michirones de Trillo, como las bicis, son para el verano.