García Martínez – 06 octubre 2005

Era ya lo único que nos faltaba en esta bendita Región nuestra: un dilema.
-Mientras sea sólo uno, bien va la cosa.
Pues no se crea usted. Porque el dilema es tremendo. Se trata de dar o no dar el agua de beber a los regantes.
-¿Para bebérsela ellos solos?
No, para regar. Así de sencillo y así de complicado. La ministra Narbona -que no anduvo muy allá en el programa de Carlos Herrera- asegura que beber es prioritario a regar. A lo cual no habría nada que oponer, si no fuera porque, en la práctica, la cuestión se complica.
¿Sabe usted por qué? Porque, en habiendo agua para beber y para regar, eso de la prioridad queda de puta madre, como filosofía que es. El problema es que la dicha prioridad tendría que ponerse en marcha complaciendo tanto a los que beben como a los que riegan. El sabio Salomón quiso resolver el dilema con una sentencia que luego se llamaría salomónica. Lo primero que propuso fue partir en dos al niñito en disputa y dar la mitad del pequeñuelo a cada una de las litigantes.
¿Puede hacerse algo parecido en nuestro también dramático caso? Ahí es donde duele. Porque, no habiendo agua para contentar a las dos partes, si el caudal se repartiera entre ambas, ni los regantes podrían regar, ni los que beben podrían beber todo lo que necesitan. Sería, por lo tanto, una solución fulera.
Dice la Narbona que desembalsar ahora más de lo ya desembalsado sería pan para hoy y hambre para mañana. De donde se desprende que la jodida realidad murciana nos lleva a que ni siquiera podamos estar a pan y agua, que es lo menos a lo que se puede aspirar. Porque, si nos quitan el agua, nos quitan también el pan. Quiero decir que los trigales no son gilipollas y se niegan a que les salga el grano de no ser con una miaja de humedad.
-Hoy está usted muy discursivo, pero lo que tiene que hacer es mojarse.
¿Y una mierda! ¿Acaso quiere usted que, bien los unos, bien los otros (o todos a la vez) me corran a mí a gorrazos por la Trapería? Desde que los regantes han pedido que les den agua para regar a costa de la de beber, aquí nadie ha dicho esta boca es mía. Si la autoridad no se atreve a mojarse, ¿por qué me tengo que tirar yo a la piscina? ¿Quite usted!