García Martínez – 25 noviembre 2005
Me confieso seguidor de tertulianos en radios y teles. Digo lo de me confieso en dos sentidos: que me reconozco como tal y que semanalmente me acerco al confesionario, por lo que este vicio tenga -que lo tendrá- de pecaminoso.
Dicho lo dicho hay que suponer que me conozco a casi todos los que hacen tertulia, tanto si les paga su empresa como si les pagan los partidos. En algunos casos me temo yo que les pagan ambos. Pero ese no es mi problema.
El público que los ve y los oye tiene hecha su composición de lugar sobre el carácter de los tertulianos. Algunos le caen mal al respetable. No tanto por lo que dicen como por la forma tan atrabiliaria de decirlo.
Este martes, sin ir más lejos, en la tertulia de María Teresa Campos, el así llamado Enrique Sopena recibió un varapalo de una oyente. Ha ocurrido varias veces. No se le critican las ideas, ya digo, sino lo desabrido de aquellas. Hay otros, pero tampoco es cuestión de hacer mucha sangre. Baste un ejemplo para nuestra lición de hoy.
Esta es una cuestión de mala follá, la cual se tiene o no se tiene. El mala follá me creo yo que no nace, sino que se hace.
-Se pueden dar las dos circunstancias, como en los gafes.
En eso tiene razón el lector. Entonces ya estaríamos hablando del mala follá al doscientos por cien. La gran pregunta sería esta: «¿Se debe prescindir en las tertulias del malafollá?». Yo creo que no. Los medios han de ser el entero resumen de la sociedad en que vivimos. No hay que darles, por tanto, anatema. Ni al malafollá, ni al mariquita. Aparte de que sería injusto.
-Y luego que, si los despedimos, la tele y la radio se te quedan en nada.
Esa es otra. También han de seguir ahí, porque no deseo tirar piedras a mi propio tejado. Yo mismo soy malafollá y mariquita, aunque sólo un poco y no siempre. Y, de momento, no quiero que me larguen. Otra razón es que, en el caso concreto del malafollá, conviene que nos lo pongan. ¿Para qué? Pues para que veamos lo feo de esa mala follá que muestra y aprendamos a no imitarlo.
Por lo general, ese defecto se encona y encana mucho más, si el malafollá defiende un partido político.
-Sabrá que en Jumilla se dice del malafollá que tiene el ángel cagao.