García Martínez – 21 noviembre 2005
Lo digo con todo el entusiasmo posible. A mí me mola Luis, me cae bien Luis, le tengo hasta respeto a Luis.
-¿A qué Luis se refiere?
¿A cuál ha de ser, si todos estamos pensando en el Mundial? Luis, el de la Selección.
-Pero es feo, ¿eh?
Eso no quita, ni empece. De ilustres feos está el mundo lleno. ¿Acaso es guapo Jimmy Jiménez Arnau? Y, sin embargo, ahí lo tienes: haciendo todavía a estas alturas publicidad en los medios.
De modo que la fealdad no quita lo valiente. Y lo que le sucede a nuestro Luis es que le ha picado en la cara un enjambre de abejuelas.
Es un personaje con cierta gracia, que hace como que filosofa cuando habla de fútbol, y no como los locutores que se pasan todo el partido anunciando los puritos Dux (así creo que se escribe). Incluso bromea con los periodistas en las ruedas de prensa. Y larga frases para la eternidad.
Amén de que lo hace con pausa, sin atropellarse. El corre la banda sin pararse, pero también sin prisas. Así es que nadie me podrá decir que tengo algo contra Luis. Ahora bien, no me gusta lo que hizo el otro día en Brastislava, cuando le empatamos/ganamos a Eslovaquia.
Quizás se puso nervioso por lo escurridizo que estaba el terreno de juego, que se esfaraba allí todo dios. O le dolía la cabeza. Yo qué sé. El caso es que, tal como se daría cuenta el espectador, llegó el tío y puso la mano delante de una cámara, con el fin de no salir por la tele. Y no es esto, Luis, como ya dijo Ortega en su día.
-A los de aquí de España siempre nos tienen que decir: “No es esto”.
Es verdad. Eso ocurre porque somos fogosos de más. Antes o después, se nos acaba yendo la chola.
A mí me molestó que Luis se comportara así. Comprendo que los periodistas somos un coñazo. Pero, sin nosotros, a lo mejor teníamos trabajando a Luis en una zapatería. Digno oficio el de zapatero -¿otras, qué casualidad!-, pero nada que ver con ganar mucha pasta y tener fama internacional.
Porque, claro, después de todo eso, el propio Luis desea enterarse de lo que les sucede a los demás. Y, para eso, acude a los medios. ¿O no, Luis?
-La verdad es que sí -reconoce Luis.