García Martínez –21 abril 2003
Ni se le ocurra. Ni se le pase por la cabeza a Bush invadir Siria. Más que nada, porque allí existen intereses murcianos.
—¿Has dicho?
He dicho. En Damasco descansan los restos de un poeta excelso, Ibn Arabí, nacido en la Murcia musulmana. Era la dicha Murcia musulmana la misma de ahora, pero con turbante. O como si Moros y Cristianos durase todo el año.
Estando ya en Damasco, a sus setenta y ocho años, el místico comentaba: «De Murcia son mis primeros y, quizás por ello, más queridos recuerdos».
Esta presencia española y murciana en la capital siria debería hacérsela saber Aznar a Bush. Ya que en Irak se han cepillado los museos y las bibliotecas –y vaya usted a saber cuántas cosas más del ámbito de la cultura–, procuren ahora los marines, si pudiera ser, no aventar las cenizas del sabio sufí. Siquiera sea para corresponder a la liberalidad de Arabí, cuando afirmó: «Yo profeso la religión del amor, sea cualquiera la dirección que tome su cabalgadura».
Era el maestro un tolerante de pies a cabeza. Así lo hace saber por escrito en estos versos: «Hubo un tiempo en que yo reprochaba a mi prójimo / si su religión no está cercana a la mía; /pero ya mi corazón acoge toda forma: es una pradera para las gacelas, / un claustro para monjes, / un templo para los ídolos, / las tablas de la Tora y el libro del Corán».
Sepan, pues, los americanos el daño que podrían hacerle a Murcia caso de invadir Siria. Ignoro si la ministra de Exteriores, amén del propio presidente del Gobierno, son conocedores de esta relación que tiene Murcia con Siria. Me supongo que, desde la Editora Regional, les habrán mandado algunos ejemplares de la obra del místico. Lo que falta por saber es si los han leído.
—Como llevan tantas cosas en la cabeza, lo mismo ni siquiera los han abierto.
Eso es algo que suele pasar. Sobre todo con los libros que no se compran, sino que se reciben gratis. De ahí que los libros –como de seguro habría dicho el propio Ibn Arabí– hay que ponerlos a la venta, aun cuando procedan del mecenazgo. Se valoran más que si te los regalan. Así son las cosas.
—¿Y este Ibn podría hacer algo para que suba el Murcia a Primera?
Ahí ya me coje usted en calzoncillos.