García Martínez – 26 octubre 2003
Dos cosas nos tocó acatar el domingo en la tarde. Y las dos tienen que ver con Madrid. Una es la victoria del Atlético en la Condomina. Y la otra, el triunfo del PP en la Comunidad madrileña.
Se trata de un par de realidades indiscutibles: los tres goles –con sólo uno a la contra– que nos metió el equipo de Gil… ¿O ya no es de Gil?
—Yo qué sé. A mí me da lo mismo.
Se advierte a la legua que no está el horno para bollos.
La otra realidad es que ganó Esperanza, por Dios, sólo sabes bailar cha-cha-chá. Una vez le hice una entrevista a la mentada, aquí en Murcia, por no ir más lejos. Y, claro, le pregunté por lo del cha-cha-chá. No veas cómo se puso. Qué disgusto, qué aspavientos. Pero yo lo acaté, porque ca uno es ca uno.
No me gusta nada que, cuando pierde las elecciones de Madrid, la oposición diga: «Acatamos el resultado de las urnas, porque somos demócratas». Eso es de mala educación. El acatamiento no hay ni que mentarlo. En una sociedad democrática, se le supone. ¿Cómo se le puede pasar a nadie por la cabeza no acatar el resultado de unos comicios?
A mí, cuando dicen que acatan (y lo pregonan, encima, como un mérito que deberíamos reconocerles), se me pone la carne de gallina. Porque no puedes dejar de pensar que estamos en manos de unas gentes que, cualquier día, llegan y no acatan la voluntad popular.
En Murcia, en cambio, somos más acatadores que nadie. Mira, si no, lo del AVE, lo del PHN, lo del ferrocarril… Acatados tenemos todos los retrasos y peplas que nos quieran meter.
—Más el acatamiento del 3-1 que nos deparó el Atlético de Madrid.
Ya, pero, en este caso, el acatamiento está justificado. Perdimos porque fuimos más malos que el rival. La culpa no fue del locutor de Canal Plus. Es verdad que, como debe de ser forofo del Atlético, la tomó con Cuadrado, cuando lo del penalti. Insistía, terco, en que Ibarreche debía sacarle la roja.
– ¡Ibarreche, no, coño! Iturralde.
Da igual. Tampoco influyó en la derrota que Ramos Marco estuviera callado largo rato. Comentaban lenguas que se había ido al Bar Romero a comer caballitos.
Acatemos, pues, que ya el miércoles, en Barcelona, nos irá mejor.