García Martínez – 8 enero 2003
Tocante a la vía que nos separa de Chinchilla, hemos tocado techo. Así se refleja en los ambientes, después de los sucedidos últimos. Uno (con sabotaje o por su pie), el descarrilamiento con víctimas en Tobarra –que el Urdaci de TVE rebautiza Torralba–; y otro, ese como esfaratamiento que se ha producido en los raíles, cerca de Sucina (Cecina la llamarán, me supongo, en la tele).
Dice la fuente oficial que la raja en la vía se debió al frío reinante. Pues, entonces, imagínese usted en Finlandia. Deben de tener los raíles como la mojama: a trozos. Mejor que al frío reinante, achacaría yo el deterioro al frío gobernante, empezando por Cascos y terminando por su inmediato superior.
Vistos los extremos a los que ha llegado el férreo tendido de toda la vida, me parece que es ya el momento ideal para llamar a Walker.
—¿Este Walker es de aquí de Murcia?
¡Qué va! Mire usted: ni con los de Murcia, ni menos aún con los de Madrid podemos contar. La historia de los ferrocarriles murcianos es la historia de un fracaso morrocotudo, que las promesas de un AVE para el siglo XXII tratan de ocultar, con la inestimable colaboración de los políticos locales.
Cuando aludo a Walker, estoy aludiendo al Ranger…
—¿Al de Texas?
Efextivamente. Esto del ferrocarril Cartagena-Chinchilla sólo puede arreglarlo el Ranger de Texas.
—Y con todo el equipo.
Con todo el equipo, claro. Habría que traer el lote entero, con el fin de liquidar el asunto en dos patadas. Vendrían el moreno, la chica bajita hispana y su maromo, así como la rubia…
—La rubia no hace nunca nada.
Ya, pero es la novia de Walker, ¿no te jode? Y Walker dirá que, si no viene ella, tampoco viene él. A mí me parece lo normal, aun cuando haya que pagar más dietas. El gasto siempre será menor que cuando trajeron a Chiquito de la Calzada. ¿Y qué hizo Chiquito por el ferrocarril Cartagena-Chinchilla? Absolutamente nada, mi señor Ruizvivo, a pesar de lo mucho que se esperaba de él en las instancias políticas.
En un par de capítulos, Walker resuelve. Podría añadirse, eso sí, un epílogo en el que se viera a Valcárcel dándole al Ranger la Medalla de Oro de la Región.