García Martínez – 7 enero 1994
El señor Krupa, subdirector de Abastecimiento del Gran Teatro de la Opera de Varsovia, asegura que, de entre todos los animales que ha vista trabajar en un escenario, la cabra es la mejor de las actrices. Me alegra mucho que Krupa, son su autoridad, ratifique lo que servidor ya sabía por propia experiencia. No es que yo sea cabra, como muchos lectores saben bien.
Sin duda ninguna, la cabra es un personaje excelente. Dotado para las artes escénicas, desde luego, y con una tremenda capacidad de trabajo y sacrificio a la hora de aprenderse los papeles. El observador habrá advertido cómo la cabra va por ahí que parece que está murmurando o hablando sola. Y no es eso, sino que ensaya, y ensaya, y ensaya, hasta saberse de memoria los parlamentos que deberá recitar ante las candilejas. Otra cosa buena de la cabra es que no se pone nerviosa. Ni siquiera en el estreno, vaya. Y eso le otorga una naturalidad de actuación verdaderamente magnífica. No es nuevo esto que digo. De toda la vida de Dios, la cabra mostrose habilidosa en todo lo concerniente a títeres. Quien más quien menos la ha visto por esas plazas, subida con las cuatro patas a un taburete, mientras el gitano toca a la trompeta España cañí y la gitana pasa el pandero.
Ya le digo, señor Krupa: no me sorprende nada que ponga usted a la cabra a la altura de Nuria Espert.