García Martínez – 4 febrero 1994
Nada de actuaciones corporativistas, ¿eh? No empecemos ahora –los de los medios- a segarle la hierba a Maradona, que ya bastantes problemas tiene el muchacho. Si disparó contra los periodistas que lo espiaban fue porque estaba ya hasta el gorro de soportar a los aguerridos (y pesadísimos) reporteros. Hay que alegrarse de que los disparos fuesen sólo de perdigones. Y ni siquiera de perdigones reunidos en cartucho, sino uno a uno, como en las casetas de la feria de mi pueblo.
En esta película de las relaciones entre famosos y periodistas se ve de todo, como en botica. Sabemos muy bien que, cuando no son nadie, los futuros mitos reciben al reportero como agua de mayo. Y hasta le mandan whisky a casa por Navidad. Pero también es frecuente que, en llegando a la cima, los así llamados elegidos despidan a quienes les ayudaron con una patada en el trasero. Esto tiene que ver con la complejidad de la vida. Pues la vida –no sé si lo he comentado alguna vez-, es la leche. Conviene reconocer que, en ocasiones, los periodistas nos pasamos. Nos convertimos en un coñazo. Tanto como esos dependientes de los grandes almacenes que te van siguiendo en plan vigilancia. Consiguen dos cosas: cabrearte y que te vayas sin comprar.
Nadie tiene la razón completa, sino que a cada cual no asiste una miajica. Resumo: podemos criticar a Maradona, pero debemos agradecerle que no dijera de usar el lanzamisiles.