García Martínez – 6 febrero 1994
A pesar del frío de estos días, aseguran los que entienden que la Tierra se calienta qué es un gusto. Por la capa de ozonopino, o por lo que sea, la cuestión es que, dentro de un tiempo, todo el año será verano. Muchos ya no viviremos para verlo. Son las generaciones retoñas las que afrontarán nuevas formas de vida y milagros. Cuando lo que digo llegue, la gente no podrá decir aquello de “ya vendría el verano”. Y eso porque siempre será verano, ¿estás en lo que es?
Tampoco usará nadie abrigo, ni se le caerá la moquita a persona ninguna. Desaparecerán con seguridad dos negocios: las textiles de Sabadell y Tarrasa, y los señores que sirven clínex en los semáforos. También, las fábricas de mantas de Palencia. Esto que traigo a colación es sólo un pequeño ejemplo. Haga usted un mínimo esfuerzo –aunque sea domingo- e imagine todo lo que cambiará cuando la temperatura cambie. El mundo, en general dormirá 365 noches con el culo al aire y la ventana abierta. Pero no se pillará la gripe, porque el virus andará completamente achicharrado.
Quienes se van a poner las botas son los tíos de las neveras. Y los vendedores de polos. También los abanicos renacerán de sus cenizas, como el Liceu. “¿Y los políticos?”. Buena pregunta. La política se esfumará ¡puf! Ya sabe usted que los políticos, con el calor, cierran hasta el Parlamento. O sea que, en general, lo veo bien.