García Martínez – 8 febrero 1994
Todo hace pensar que por fin han cambiado las tornas. Los que siempre tuvimos –y se tuvieron- por grandes empiezan a el polvo. Se cumple aquello de más dura será la caída, que se aplicaba, me parece, a los mitos del boxeo, pero que vale pare otros. El Real Madrid y el Barcelona andan con la cabeza gacha. Detrás, el Depor gallea líder en la Primera y el Betis pasa a mayor gloria, no tanto manque gane como porque gana.
Eso pasa en lo que toca al fútbol. Porque hay más de qué hablar, ya que el fenómeno reluce general. Llegó la hora de los débiles, de los pequeñuelos, de los insignificantes. Cae Mario Conde, y diecisiete pobres nos disponemos a compras Banesto. Tenía que ocurrir alguna vez. Son muchos millones de años jugando a la contra, esclavizados por una minoría de ricos, poderosos y sabios. Los profetas predicaron, a lo largo de tantos siglos, que los últimos serían los primeros, que quienes fuesen como niños tendrían preferencia en el reino de los elegidos, que los humildes quedarían ensalzados. Más todas esas voces –juntas o separadas-, ¿en que quedaron? Iban muriendo unos hombres, iban naciendo otros, y siempre gobernaba la Trilateral Hasta hoy. Los síntomas retoños de una cercana vuelta a la tortilla llegaron cuando el Albacete dijo aquí estoy yo.
Esta es la nuestra. Zapatistas de la selva como somos. Aunque una cosa es que me lo piense, y otra que me lo crea.