García Martínez – 21 febrero 1994
He oído que algún empresario pretende que sus obreros le echen una horilla de trabajo gratis. Ignoro qué pensarán los sociólogos, los laboristas, los clérigos y los militares sobre el particular. El tema lo veo espinoso y duro de pelar. Lo que más me choca, y hasta me duele, es que proposiciones de esta índole tengan lugar –paradójicamente- cuando gobiernan los, así llamados, socialistas. Pues lo menos que podía esperar del socialismo un obrero es apencar menos tiempo y cobrar más. Sin embargó, lo que Felipón les pide a los currantes es currele gratuito. Y él, mientras, con el puro en la boca, dale que te pego.
Digo que se trata de un asunto desagradable, porque se presta a situaciones enojosas. Sólo la buena voluntad de las partes impedirá que se produzcan agravios y pataletas. Imaginemos a un menestral que le ha regalado unas horas al empresario. Se acerca a ver al gerente –estamos en viernes- y le pregunta si podría dejarle su chalet del monte para pasar con la familia el fin de semana. Y, ya puesto, si sería tan amable de prestarle el coche, porque su utilitario anda en taller. ¡Uf!.
De manera que el gerente saca del bolsillo las llaves de la casa y las del Audi, y –muy enternecido- se las alarga al obrerete. Es lo que toda la vida se ha llamado “solidaridad de ida y vuelta”. O sea, yo te do una cosa a ti, si tú me da una cosa a mí. ¿O no le ve usted de ese modo?