García Martínez – 3 mayo 2003
Mira, cuando me echo a la cara el televisor y me lo veo bajar de aquel avión plegable…
—¿Ha dicho usted plegable?
Sí, hombre. Ahora hay aviones plegables, que los puedes guardar en el garaje del dúplex. Hasta la fecha no podía ser, por las alas. Pero, vamos, un aparato de esos sin alas, entra perfectamente. De modo que, en plegándolas, ya no hay problema.
—De esa forma tampoco te das con ellas en la cabeza.
Mire usted: con el avión plegable, todo son ventajas. Pues, cuando me lo vi bajar del plegable, vestido de piloto, con el casco en la mano…
—¿Se dio usted cuenta de que agarraba el casco como temiendo que se lo fuera a quitar Sadam?
Pues, claro. Aquí donde me ve, no se me escapa una, ¿sabe usted?
—Iba guapo, ¿verdad?
A mí no me gusta. Prefiero a Richard Gere. Y le diré más: puestos a elegir, hasta me quedo con nuestro Alfredo Mayo, con su bigotito y, en fin, su guapura de postguerra civil.
—Es que, claro, Alfredo Mayo estaba muy bueno. Y no lo digo porque mandara Franco entonces.
No me miente el lector la bicha, pues hay un señor de Archena que, porque nombro a Franco de cuando en cuando, saca la conclusión de que soy franquista empedernido.
A mí, Bush me pareció un fantoche. Presentarse ante el mundo con esa pinta y en ese escenario, lo tengo por chulería. Ninguna necesidad hubo.
—Bueno, sobre necesidades habría mucho que hablar. Hay quienes sin autobombo no son nadie.
Últimamente, los líderes están un poco salidos de madre. Aznar diciendo que es el heredero de Adolfo Suárez. Zapatero gritándole al del bigote que por donde pasa deja la tierra quemada, como si fuera Atila.
—Los líderes y el señor ese de Sintel.
Por nadie pase, oye.
Pues, volviendo a Bush, a mí no me ha defraudado, porque la defraudación viene de antiguo. La primera vez que lo vi, con ese meneíco que emplea para caminar, me dije: «Mala cama tiene el perro». Aunque también pensé: «Bueno, dejemos al macho mear, que meando descansa». Pero na. Después de la meada, todavía peor que antes.