García Martínez – 30 septiembre 2003
Tremendo, mire usted. Es todo tan efímero. Te pasas la vida meneando el rabico, quiero decir procurando meter la cabeza dentro del huevo en el que moran los importantes, te desgastas, claro, de tanto trabajar, de tanto sufrir, número uno en tu carrera, cum lauden y demás, ¿para qué?
—¡Hombre! Para ascender a lo más alto. ¿Para qué ha de ser si no?
Bien. Subes a lo más alto, pasas un tiempo subido en lo más alto, como el gallo en el corral, como la mona en el nogal, como las moscas que acudieron a un pastel de rica miel. Vale. Honores, loores, longaniza de esa buena y de to. Estás arriba, tú, transportista de unos kilos de carne mortal, ya lo eres todo, te alaban (también te critican, pero ¿y qué, si cabalgamos?), te hacen la pelota, sales en los medios y en los enteros, ¿qué más se puede pedir?
Un miembro de la ejecutiva nacional del PP, cuyo nombre permanece, de momento, en las sombras, asegura que la gente del partido –cierta gente, o sea los conspicuos– se está olvidando de Aznar. Aún no ha pasado un mes desde que designara sucesor y ya la grey se torna olvidadiza. ¡Ah, qué poco dura la alegría, incluso en la casa del rico!
Luego a luego, cuando llegue el cartero novato a la sede pepera de Génova y pregunte por el señor Aznar, el portero le responderá: «¿Aznar? ¿Qué Aznar? Aquí no vive ningún Aznar?». Pero no. No será el portero quien niegue al antiguo amo. El portero y las gentes como él son leales. Sólo porque una vez se les obsequió con una sonrisa emergente por debajo del imprescindible bigote.
Ahora ya todos revolotean en torno a Rajoy.
—¡Mariano, Mariano!
—Y tres piedras.
—¿Cómo y tres piedras?
—Para que la rima no sea tan fácil.
—¡Ah!
¡Cuán miserables nos comportamos, llegado el fundamental momento, los gregarios de la política! Donde hubo adhesión babosa sólo quedan bocas secas y gestos desabridos!
—¡Mariano, sálvanos!
—¿Y el viejo jefe?
—Que se salve él solo, si puede.
Y eso que aún ostenta la presidencia del Gobierno. Menos mal que le queda el caballo libio.
—Si es que no se lo requisan.