García Martínez – 02 diciembre 2003
to es lo que solía decir cada poco el que fuera famoso Tío Sentao, en su taberna junto a la disecada plaza de San Agustín. Estábamos hablando él, Muñoz Barberán y servidor, con vistas a editar un libro tabernario, en el mejor sentido de la palabra. De cuando en cuando, el Tío Sentao hacía una pausa y aconsejaba: «Bebamos, pues».
Ahora se trata de lo mismo, mas no será el estimulante vino lo que bebamos, sino mera agua, que es más vital aunque menos gustosa.
—¿Menos gustosa? No diga usted tonterías. Aquí sabe a cal.
Bueno, vale. Me supongo que el lector daría un respingo cuando, ayer, se echó a la cara la primera página del periódico. Allí se anunciaba –no con bombo y platillos, sino con fúnebre marcha– que, en el discurrir de los próximos cuatro años, algo tan tonto como el recibo del agua subirá en ¡un sesenta por ciento! Lo veo mal.
—¡Desalen, desalen! –gritan desde las cuencas húmedas, para no tener que darnos/vendernos ni siquiera una gota.
Y nosotros: «Bien, vamos a desalar. Pero no sólo a desalar. Que beber únicamente agua del mar reciclada cuesta dos ojos de la cara. Y que no tenemos más ojos. Digo en la cara.
El mismo día se nos informa de que la Generalidad catalana recurre el Plan Hidrológico y exige que no se inicien las obras. ¡Válgame el Señor! Y nosotros, confiando en el partido de Pujol. Debajo de lo dicho leemos que un holandés verde del Parlamento Europeo pide que España cumpla «el principio de recuperación de los costes de los servicios relacionados con el agua, en el caso del trasvase del Ebro». Total, mil peplas.
Sepan, sin embargo, cuantos nos contemplan desde la España arcádica, por así llamarla, que estamos hablando de agua ¡para beber! Y responderán:
—Pues bébanse ustedes el agua con la que riegan los campos de golf.
Sí, pero eso es como decirnos: «Bébanse ustedes la mierda». ¡Hombre, por favor! ¿Es que no somos todos hijos de Dios y herederos de…?
—Hijos de Dios, sí, mas no heredederos de su agua, que es nuestra agua –insisten, insisten e insisten.
Menos mal que a Aznar le pasa con el trasvase del Ebro lo que con Irak: que no puede volverse atrás. ¿O sí puede? A ver, Zapatero: opine. O, mejor, déjelo.