García Martínez –13 mayo 2004
a he tomado la decisión definitiva: no iré al Fórum ese de Barcelona. Si ellos hacen lo que quieren, yo puedo hacer también lo que me dé la gana. En justa correspondencia, como se suele decir.
Han montado allí un evento que lo llaman Fórum. Una especie de feria, a la que se espera que acudan las muchedumbres después de pasar por taquilla, eso desde luego. Una como Expo entre congresos. En fin, lo que sea.
Cuando alguien llega al Fórum o permanece atento a la televisión, te topas con un luminoso enorme, en el que se te da la bienvenida. Arriba del todo, en catalán: Benvingut.
—¡Bien!
Debajo, en español. ¿He dicho en español? Pues no: en inglés: Wellcome.
—¡Mal!
Y más abajo aún, en castellano (o español): Bienvenido.
—¡Bien, pero mal!
Ya tenemos volando otra vez la mosca cojonera del nacionalismo desmadrado. Se quejan las elites de Cataluña de que no se le da al catalán la importancia debida. Y no diré que no tengan razón. Pero eso no justifica que esas mismas elites humillen al castellano, que tampoco es mal idioma.
No es cosa de pasmarse porque ocurran cosas así. Los nacionalismos están llenos a rebosar de chorradas, de exageraciones, de complejos. A mí me gustaría poder leer El Cuaderno gris, de José Pla, en catalán. Y lo mismo, el Cant espiritual, de Joan Maragall. No le tengo aversión ninguna al idioma catalán, sino al contrario. Me gusta. Y me parece excelente que se divulgue. Pero, como dijo el otro, sin joder. No aguanto que me obliguen a hablar catalán cuando voy a Cataluña, ni que me pongan pegas porque no conozco el idioma. Ya me gustaría conocerlo.
—Eso no ocupa lugar.
¿Qué ha de ocupar? Del Fórum que digo –aunque no me huele muy bien su pretendida calidad–, no me agrada que se desmerezca al castellano/español, colocándolo por encima el inglés. Y tampoco acepto que no dejen entrar bocadillos al recinto. A un lugar tan grande, al que se va en familia, ¿por qué no llevarse la fiambrera?
—Ya, pero es que entonces se resiente el negoci.
¡Ah, ya! La pela.