García Martínez – 11 abril 2003
Sólo porque padecemos la inflación más alta del mundo y los salarios más bajos del orbe, algunos dicen malas palabras acerca de Murcia. Pero eso es porque no se enteran. Aquí estamos a la última, tal como se demuestra bien demostrado en esa Gala de la Región que se hace todos los años.
Vamos a ver una cosa. El estrés es una enfermedad, si se me permite llamarla así, que está de moda. Todo dios padece estrés. Incluso en esta Región nuestra, que aún es tan agrícola y tan ganadera. Mucha gente, cada vez más, va cazando moscas por la calle por culpa del estrés. Digo esto porque ni yo mismo, que soy tan equilibrado (nací Libra), me escapo. Mi amigo Policarpo, de Los Alcázares, me ha hecho saber que, yendo en su coche por las calles de la capital, me vio cómo hablaba solo y movía los brazos actuando.
No sé al lector, pero a mí el estrés me lo produce el periódico. Mas no por el trabajo periodístico, por así llamarlo, sino porque la empresa se demora en ponerme un chamizo para proteger el coche del sol. Samuel Bretón, que vive en el piso de arriba de esta página, me insiste en que está haciendo gestiones y que todo marcha bien. Pero yo creo que me lo dice para conformarme.
Volviendo a lo que importa, digo que aquí en Murcia, sin ir más lejos, a pesar de que nos tienen por anticuados, se van a repartir en el Entierro de la Sardina unos botes que ayudan a mitigar el estrés. Es una iniciativa de la cervecera Estrella de Levante, que entregará a lo sardineros unos botes, no de hojalata sino de goma, para que los repartan entre el gentío. El estresado que consiga uno, sólo tendrá que apretarlo y aflojarlo, intermitentemente, con cualquiera de las dos manos.
—¿Y con eso se le quita el estrés?
Hombre, si no se le quita, por lo menos se le afloja.
Pero lo que a mí me interesa recalcar es que somos moernos. Y con ello contradigo a los que hacen mala prensa de Murcia. Sé muy bien que estos días nos van a poner a caldo en los medios con lo del hombre apaleado y muerto en la prisión de Sangonera. Como si el millón y pico que somos en la provincia hubiese ido allí con palos y porras. Ya nos ha pasado otras veces con otros sucesos desgraciados, pero que también se dan, oiga, en otras regiones.