Me ha sucedido ya con varios taxistas. En sus charlas camino de la Estación de Atocha, justo al pasar por la Plaza Cibeles comentan aquello de: “estamos pisando todo el oro del país”. Claro, son cosas que a simple vista, no se pueden apreciar. Y me puse a investigar. Les cuento un poquito el secreto. En esta plaza está ubicada la sede principal del Banco de España y, en sus sótanos, justo debajo del Patio de Operaciones, se encuentran parte de las reservas de oro patrias. Otras están depositadas en Basilea y en Nueva York, por aquello de diversificar el riesgo. Eso sí, las que están en territorio español están bien custodiadas en su cámara acorazada.
El acceso desanima a aquellos amantes de lo ajeno. Se llega a ella en dos ascensores, muy lentos. La distancia que recorren en total es aproximadamente unos 35 metros. Y, dato que sorprende, cuenta en estos niveles subterráneos con ventilación natural. La cámara es redonda, con espejos bien situados que permiten controlar todos los ángulos de toda la circunferencia: visión 360 grados. Vigilancia máxima como ven.
El mecanismo de apertura cuenta con tres claves. Una persona diferente custodia cada una de ellas, con lo que la cosa se complica a cada paso. Está rodeada de un foso, cual si fuera una fortaleza medieval. Al salir de los ascensores se transita por una pasarela. Este foso tiene su aquel: Permite en caso de emergencia que quede cubierta con agua. La cámara es estanca, pero la estancia quedaría inundada. ¡Cuánta inteligencia!
Cuando se accede a ella, eso sí, contando con el permiso de rigor y por razones que están dentro de la legalidad, faltaría más, los vigilantes después de que el visitante acreditado haya cerrado la boca y comience de nuevo a parpadear ante la visión que tiene frente a sí, suelen gastar una broma para minimizar el impacto. Le tientan a que si consigue coger un lingote de oro con una sola mano… ¡es suyo! Se lo puede llevar a casa. ¡Menudo souvenir! Yo ya me he puesto a practicar. Sí, sí les cuento cómo van mis preparativos. Hay unas chocolatinas que tienen forman de prisma triangular dorado que recuerda un poquito a la forma de un lingote. Hay unas especialmente pensadas para los más golosos, sí el tamaño gigante. Pues bien, después de convertir el contenido de esta tableta en un michelín más, el envoltorio dorado, lo he llenado de arena y… ahí ando ¡por si las moscas!
Las personas que han visitado este escondite dorado me comentan que más que ver todas las estanterías con todo el oro brillando, lo que impacta más es la cámara acorazada en sí misma. Por ejemplo, su puerta se abre con una manivela circular. Pesa varias toneladas, pero una vez abierta, con tan solo un dedo se puede empujar.
Para los que no podemos entrar en estos fosos, nos queda un consuelo que está a tiro de piedra. Junto al Banco de España se encuentra, en la misma plaza, el Palacio de Comunicaciones. Recientemente cambió su nombre a “Palacio Cibeles”. Merece la pena subir a su terraza. Dato curioso, son también dos ascensores para llegar a ella. Desde lo alto podemos disfrutar de una “vista de pájaro” –también aquí con ventilación natural- y de una panorámica, nuevo dato coincidente, de 360 grados de la capital que… ¡vale su “peso en oro”!
Entre tanto yo, sigo con mi “lingote-chocolatina”.