En la zona de Times Square en más caro alquilar una fachada para colocar en ella un cartel que arrendar unas oficinas. El valor publicitario es tal que, poner un rótulo adosado a unas de las fachadas, supone ipso facto, una entrada de dinero en la partida “ingresos” de las empresas. Y ya, si el rotulo es luminoso, entonces la cifra se multiplica por varios ceros a la derecha.
En Manhattan cualquier rincón está perfectamente cotizado. El aparcamiento se ha convertido en casi un “arte” para, no solo aprovechar al máximo el espacio, sino para reducir el tiempo en el que un hueco para estacionar esté vacío. Unos minutos de maniobra torpe o lenta, son pérdidas financieras. Así que han ideado un sistema para que el parking esté siempre –o casi siempre- ocupado. Les cuento un poquito cómo funciona.
Antes debemos olvidar nuestro modo tradicional de aparcar. Aquello de dar vueltas por varias manzanas para localizar algún hueco libre, allí no existe. Tampoco aquello de entrar en un parking y dar también otras vueltas buscando una plaza vacía.
No queda otra solución que dejar el coche en un edificio con licencia para aparcamiento. Pero allí nos obligan a dejar nuestro vehículo justo en la puerta. Y hacer un acto de fe, confianza ciega y encomienda a San Cristobal, ya que dejamos el coche –sí, sí, ahí justo en la entrada-, pero también, las llaves. De forma veloz, un operario que ya tiene localizados los huecos disponibles, será quién haga las maniobras de aparcar. A la hora de ir a recoger nuestro vehículo, nos esperamos en la entrada y, ahí mismo nos lo entregan. Y, recuperamos las llaves. Podemos respirar tranquilos ya.
El aprovechamiento del parking no deja un hueco libre, incluso las azoteas hacen las veces de lugares para estacionar. Y… ¡sin quitamiedos! Así que dejar el coche en estos lugares viene a ser… ¡todo un acto de confianza en el buen arte de la conducción del empleado que nos toque! Además de sufrir un elevado cargo en la tarjeta. Las tarifas de precios del año pasado eran del orden –y al cambio- de unos… ¡veinticinco euros la hora!
En las viviendas rige esta misma regla de aprovechar el espacio al máximo. Los neoyorkinos la tienen ya interiorizada. Hasta en los pasillos se abren camas plegables, que durante el día están camufladas y adosadas a la pared. Incluso del techo, con unas manivelas, descienden grandes cajones, que allí estaban escondidos en las alturas. Y al tirar de ellas surgen armarios casi por arte de magia.
Menos mal que hay un rincón precioso donde ya no se sufren estas apreturas espaciales. Hablamos de Central Park. Allí, es la misma máxima pero justo a la inversa, es decir, espacios aprovechados sí, pero ahora ya, sin cortapisas, ni limitaciones. Las zonas para pasear, estar tumbados en el césped, circuitos para patines, para correr, etc. todo es… ¡a lo grande! Rige pues la pregunta de: ¿pies para qué os quiero?
Merece la pena pararse, no solo en los escaparates de las tiendas de la Quinta Avenida, sino también en los de las inmobiliarias que hay junto a Central Park y ver las fotos de las casas por dentro que están en alquiler y en venta y, además de cotillear, ver los precios.
Para poder comprar una casa, hay que contar con fondos suficientes pero también debemos pasar el trámite de la autorización de los vecinos. Así que, no todo es cuestión de “money, money, money” como el musical “Chicago” proclama a los cuatro vientos.