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Un secreto de Picasso escondido en el sur de Francia

El viaje de hoy será… de puertas para dentro. ¡Ejem! Les contaré un secreto de Picasso que tuvo lugar dentro de sus aposentos. Para ser más exactos, concretamente en el cuarto de baño junto a su dormitorio.

Recorrer la Provenza francesa supone ir de una sorpresa a una belleza de forma continua y sin parar. Es uno de esos recorridos que uno se apunta para repetir pues, de tan bonito, con una sola vez, no basta. Para que vean que no les exagero sobre esta explosión de belleza y, tan sólo como un botón de muestra, es la inspiración que muchos pintores encontraron en esta Región. Así Vang Gogh, Cézanne o Picasso entre otros muchos tantos que, no sólo repitieron, sino que se quedaron por allí un tiempo.

Una vez situados en esta región del sur de Francia, les cuento el secreto. Picasso, cuando ya había cumplido más de setenta años, compró en esta zona un castillo. El castillo de Vauvenargues. Está escondido en un bosque. En él residió durante años. La relación con el castillo fue de amor y odio. Pues una vez que lo tenía, quiso deshacerse de él y mudarse a otro lugar.

Apaciguada la estancia, una noche Picasso entró en el baño. Cuentan que regresó cargado con botes de pintura, sobre todo de color verde. Y aquel espacio íntimo lo transformó en una obra de arte. El baño de por sí ya es grande y muy iluminado, pues por la ventana de grandes dimensiones se ve toda la arboleda. Transformó aquellas cuatro paredes blancas, sobre todo la que hay sobre la bañera. Se podría decir que el bosque “se coló” un poquito en el aseo. En esta pared pintó un fauno que toca la flauta en el bosque.

Muchos artistas comentan en sus entrevistas que los ratos en el baño son de los de mayor inspiración. Las visitas al Castillo, pasan por entrar en el cuarto de baño que está junto a su dormitorio y ver cuánto de arte hay en estos “momentos de intimidad”.

Hoy en día, este castillo ha pasado por título sucesorio a unas de sus hijas. Y ella quiere preservarlo tal cual lo tenía en uso diario su padre. Hace unos años, en 2009 y tan sólo a modo de prueba, durante el verano se abrió al público. Y allí fuimos unos cuantos –unas 40.000 personas vimos el secreto-. La apertura coincidió con la exposición que comparaba a dos maestros, Cézanne y Picasso. Por lo que el incentivo era doble. Eso sí, la actual propietaria impuso unos criterios muy restrictivos para permitir el acceso: una hora previa establecida, visitas guiadas, grupos pequeños, sin fotos y sin posibilidad de alargar la visita en ninguna de las salas. Allí obedientes íbamos todos. Así que la foto solo muestra el exterior del Castillo ante la prohibición de la heredera.

Sobre una posible reapertura futura, no se sabe nada. Más que nada porque, además de la firme voluntad de la heredera de mantenerlo tal cual lo utilizó su padre, el castillo está ubicado a las afueras del pueblo Vauvenargues (de ahí el nombre), que tiene aproximadamente unos 600 habitantes. Y no se desea cambiar lo que puede ser la vida tranquila y apacible de un pueblo, al trasiego y vorágine que pudiera llegar a tener de ser un enclave turístico, donde a buen seguro, la calle principal quedaría repleta de tiendas de souvenirs.

Como decía Picasso: “Cada segundo de vida es un momento único y nuevo en el universo, un momento que no se repetirá”. Y él supo darle forma artística a este momento de intimidad, quedando así preservado para siempre.

Sólo falta suplicar aquello de: “¡Ah del Castillo!” para ver si se abren de nuevo sus puertas al público.

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