En cuanto ya se deja sentir la cercanía del verano, una de las expresiones más utilizadas es: “operación bikini”. Y con ella, llega el negocio de las dietas que prometen el milagro de hacer desaparecer aquel michelín que se quedó adosado desde enero a nosotros después de la degustación de aquellos ricos turrones y polvorones.
Pero hoy les contamos cómo surgió la verdadera “operación bikini”. Resulta que existe una relación entre esta diminuta prenda de vestir y la ciudad de Benidorm. Y todo, además, con un famoso viaje en “vespa” de por medio. Y hasta con Franco en este trasiego. ¡Pongamos orden en este lío! ¿Qué tiene que ver Benidorm con el bikini? Les cuento.
Todo comenzó en la década de los setenta. En aquellos años, estar en bikini en la playa se veía como una indecencia. La mentalidad de entonces imponía de facto una prohibición y se llevaba entonces la “operación bañador” completo. Pero entra en juego en esta tesitura el alcalde de Benidorm: D. Pedro Zaragoza, quien no lo veía así. D. Pedro hizo su propio estudio de mercado: Fue a la Costa Azul para ver qué se hacía por allí. Y vio que las francesas y las extranjeras que visitaban aquella parte del litoral Mediterráneo también amaban esta prenda de vestir de dos piezas.
Supo ver el filón que tendría años después el bikini. Entonces ya acudían a Benidorm muchas turistas del norte de Europa para quienes el bikini era una prenda más y con toda naturalidad tomaban el sol con ella. D. Pedro ante la oposición que el Obispo de Valencia le había formulado, con la advertencia de la pena de excomunión (lo que implicaba además, perder a su mujer e hijos), ni corto ni perezoso, pidió audiencia a Franco. Y emprendió su famoso viaje en “vespa” a la capital. Con estas alforjas llegó. Es famosa la frase en la que el Caudillo le increpó: “Cuénteme la verdad”. D. Pedro le explicó el potencial turístico que tenía el municipio y logró la autorización que necesitaba para que se pudiera tomar el sol en bikini en Benidorm. La sinceridad de esta entrevista fue tal, que surgió una relación de confianza y amistad entre los dos interlocutores tras aquel primer encuentro al que D. Pedro llegaría algo despeinado.
He conocido a mucha gente a los que D. Pedro contó en primera persona y en la barra de un bar aquel famoso viaje: “Yo cogí mi vespa y me fui a Madrid a hablar con el Caudillo”. Muchos me contaban que hoy en día somos los “hijos o nietos de aquel boom turístico de España de los años setenta”, en la medida que sí, muchas cosas a lo largo de todo el litoral se hicieron mal, sin atender a otros valores (paisajísticos, medioambientales, etc) pero otras realizadas son el fruto actual del 12% que aún hoy el turismo aporta al PIB nacional.
Cómo será que hoy en la Oficina de Turismo de Benidorm hay un cartel en la puerta que prohíbe entrar tan sólo con el bikini. Y es que la “operación bikini”, desde aquel viaje en “vespa”, como se ve, llegó para quedarse.
Bien lejos, situada allá por el Pacífico la paradisiaca “Isla Bikini”, dio el nombre a esta prenda de vestir. Allí la “Operación Bravo” dejó una triste huella en sus fondos marinos con las pruebas de los avances más osados en bombas nucleares. Pero en un lugar más cercano, en el Mediterráneo hay un rincón donde la “Operación bikini” se instaló con fuerza en playas de agua cristalina. Hablamos, como ya saben, de Benidorm.
Y yo me pregunto… ¿Dónde está el verdadero paraíso: en el Pacífico o en el Mediterráneo?