Situarse justo enfrente y a ras de suelo de una catedral siempre tiene algo de admiración ya sea por la belleza o por la riqueza del edificio. Pero hay también otros lugares donde podemos colocarnos para ver desde ellos la grandeza arquitectónica que encierra una catedral. Hoy nos paramos en dos. Uno será pisando su tejado. Y, una segunda mirada peculiar será descubrir la fachada de otra catedral a través de un espejo.
La fachada de la catedral de Milán es de esas que nos deja boquiabiertos. Pero… ¿y si nos acercamos un poco más para verla de cerca? Podemos subir y caminar sobre su tejado. Si pueden, no se lo pierdan. Podrán ver el funcionamiento de las gárgolas (¡casi tocarlas!), pasear entre los contrafuertes, los pináculos, las bóvedas… ¡Inolvidable!
Pero si la cola les desanima a la visita, les propongo un “plan B”. Justo en un lateral de la plaza se encuentran (además de las Galerías de Víctor Manuel II), el centro comercial “La Rinascente”. Desde su terraza la visión es fantástica. Está justo a la misma altura que el tejado del “Duomo”. Este lugar es el que elijo para quedar con mis amigos. Y no me importa si se retrasan pues, como les digo, uno puede pasar un rato delicioso, no sólo por las delicias de la cafetería, sino también por las vistas de la Catedral desde su ángulo transversal y, ¡a menos de cinco metros de distancia!
Nos vamos ahora a otro ángulo también con un toque algo mágico para ver una fachada. Muchas catedrales están casi escondidas en lo que es un laberinto de calles estrechas de las antiguas ciudades musulmanas. Llegar hasta ellas puede ser toda una sorpresa, si uno es un poco despistado y, sin mapa en la mano, justo al doblar una esquina o al subir la mirada se encuentra de golpe con un edificio de esos que nos hace echar la cabeza hacia atrás.
En Murcia, a la hora de remodelar años después la “Plaza de Belluga” donde se encuentra la fachada principal de la Catedral, se complicaba la tarea pues, cuando estamos ante una belleza impresionante ¿qué se puede hacer que sea aún más bello? Esta tesitura la tuvo el arquitecto Rafael Moneo. Y tuvo una genial idea. En lugar de competir para construir un edificio más bonito, lo que hizo fue idear algo que multiplicase la propia belleza de la fachada de la Catedral de Murcia, algo que a través de su proyecto, la acrecentase.
Cuando nos vestimos y maquillamos para alguna ocasión especial, todos nos miramos en el espejo para ver cómo ha quedado el resultado de este arreglo personal. Con este símil personal de posicionarnos frente a un espejo, lo trasladó a la arquitectura y, colocó con sumo arte, en el ángulo y altura adecuados, un cristal de gran tamaño justo enfrente de la fachada de la Catedral. A simple vista, parece una ventana más del edificio. Pero lejos de ello, tiene su truco. Les cuento.
Actualmente la plaza invita a pasear por ella o a sentarse en alguna terraza. Si optamos por el paseo y vamos caminando, llega un determinado punto en la plaza en el que quedan alineados el imafronte de la Catedral con el cristal gigantesco del “Edificio Moneo” –así conocido coloquialmente este inmueble anexo a los servicios del Ayuntamiento de la ciudad-. Y entonces, la belleza se acrecienta al poder verla… ¡duplicada!
Hay un paseo que yo suelo hacer con los amigos que vienen de visita a Murcia desde otros lugares. Vamos caminando y charlando tranquilamente por la plaza. Justo en el punto dónde la fachada se puede ver reflejada en el cristal en perfecta alineación, esto es, donde la Catedral “se ve doble”, yo me paro en seco. Y paro también la charla llegado este punto casi central de la plaza, y entonces, pregunto a mis acompañantes –entre desafío y juego- que busquen un espejo gigante. Sorprendidos por la adivinanza rara que les propongo, se animan a buscarlo y, lo mejor: quedan luego aún más sorprendidos cuando dan con él.
Hay que ver cuánta belleza esconde algunos espejos. Ya lo decía el cuento infantil que a todos nos contaron de pequeños: “Espejo, espejito mágico…”