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El ojo de Roma

Tres palabras: cerradura, llaves y viajes ¿Tienen relación? Pues sí, hoy viajamos con este trío. El destino: Roma; Ciudad que sabe mucho de la custodia de las llaves desde hace más de mil años.

Cuando estamos de viaje, tener una perspectiva aérea de la ciudad siempre es gratificante. Y más cuando uno, en la lejanía, puede descubrir y reconocer sitios en los que ya ha estado los días previos. Uno ya se siente un poco parte del lugar. En Roma, al ser una ciudad entre colinas (era una de las muchas y sabias estrategias de los emplazamientos romanos) es fácil localizar miradores. Uno de mis favoritos es la Piazza del Quirinale. Pero el trasiego de policías al estar allí ubicada la Residencia Presidencial, le resta el plus de tranquilidad que uno busca cuando está “sobrevolando con la vista una ciudad”. Así que nos vamos a otros lugares, un poco más escondidos. ¡Schhh! Es casi un secreto lo que les voy a contar.

Siempre nos dijeron que no estaba bien aquello de mirar por ojo de una cerradura. Pero hoy, debemos olvidar esta máxima, pues precisamente será a través de un cerrojo donde se produzca la magia de este “viaje” ocular. ¡Los cotillas se van (nos vamos) de viaje hoy!

Antiguamente, la ceremonia de entregar las llaves representaba el acto simbólico por el que se atribuía el poder de gestión y mando sobre un territorio concreto tras una batalla.

Hoy en día aún tiene un importante significado legal. La “entrega de llaves” es el momento justo cuando se entiende que una persona puede tener la posesión y la propiedad de su vivienda. Así que, como ven, estamos ante un hito de gran trascendencia.

Hay un lugar donde uno puede sentir que tiene “las llaves de Roma” ante sí. No ya en sus manos, pero si en sus ojos. Les cuento dónde está. Y les anticipo que llegado el momento… ¡los abrirán de par en par!

Se conoce como “el ojo de Roma” porque se puede mirar a través de una cerradura y … ¡divina visión! Sí, sí, “divina”: La cúpula entera del Vaticano aparecerá por este pequeño resquicio.

En esta bellísima ciudad, éste –sin lugar a dudas- es uno de esos rincones que merece la pena buscar. Si para llegar a él, hay que subir una cuesta y tomar dos autobuses, les compensará. Se encuentra en la Piazza dei Cavalieri di Malta. La puerta donde se encuentra esta cerradura “milagrosa” es la del edificio de esta orden religiosa.

Si se han animado a llegar, después de la magia de ver este hueco casi oculto, dar un paseo por los alrededores es una buena idea. En la zona, si es verano, hay un huerto con naranjos donde pueden disfrutar por la noche de “cinema all’aperto”. Este “giardino degli aranci” está catalogado como uno de los mejores lugares para ver el atardecer en Roma (y no es nada turístico –aún-). ¿Se imaginan, además de las vistas, el aroma?

En otro pequeño jardín también a tiro de piedra hay una fuente donde hay una copia más pequeña de la “bocca della verità”. Ésta, ¡sin turistas! Así que se pueden hacer las fotos que deseen (en la otra boca, la más turística, los vigilantes apremian el momento del posado y casi siempre tiene cola). También en la zona se encuentran el Circo Maximo y las Termas de Caracalla. Ya les digo, es un rincón de Roma con muchos encantos.

Así que, cuando uno ve a través de la cerradura, sólo queda dar las gracias al primer “cotilla”, mejor dicho (no quisiera yo ofender a nadie) a aquel “curioso” que descubrió esta maravilla y que, después, la compartió. Porque… yo también me pregunto: ¿Sería acaso el cerrajero de la Orden de Malta que supo calcular con maestría esta perspectiva? He ahí la duda. Ah, y cómo no, dar también las gracias a los caballeros de esta Orden por no poner la llave por detrás de la cerradura, que nos dejaría sin visión.

Se rumorea que el ojo de Roma es “uno de los mejores secretos” de Italia. ¡Schhhh! Por favor, ¡no corran mucho la voz!

 

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