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Inma

Zona de embarque

Mi amiga Carmen es una troglodita

 

.- Inma, me he comprado una cueva. Así, con toda naturalidad, como si tal cosa, me lo dijo mi amiga Carmen. ¡Ella, que desprende glamour y elegancia por donde pasa! Tiene mucha gracia granadina y claro, pensé que estaba de broma. Pero no, insistía muy seria en los pormenores de la transacción realizada.

Guadix

.- Carmen, yo no te imagino viviendo en una cueva. Ya les digo, no es dudase de su palabra, era que me costaba asumirlo así de pronto. Si me hubiera dicho que se había comprado un sombrero o, incluso un coche nuevo, pues aún. Pero… ¿una cueva?

El caso es que ya la tiene decorada y me cuenta que ha quedado preciosa. Yo estoy deseando verla. Ah, y me comenta que tiene una ubicación fantástica: “Está justo en el centro del pueblo”, presume y todo.

.- ¿Una cueva en pleno centro?  Yo seguía sin estar convencida.

El viaje de Murcia a Granada es de esos que si uno no tiene prisa y se quiere entretener, tiene muchas excusas para ir parando cada pocos kilómetros. Desde los vestigios de un cráter hasta un castillo medieval, todo – ya les digo- digno de detenerse un ratito.

En este recorrido una de mis paradas favoritas, por aquello de hacer el trayecto más llevadero con el truco de partirlo en dos, es dejar la autovía y entrar en Guadix. Efectivamente, un paseo por el casco urbano nos lleva hasta la barriada de las cuevas. Mi amiga no mentía cuando decía que estaba en pleno centro de la ciudad.

Guadix casas cueva

Una de ellas ha sido convertida en Centro de Interpretación y permite conocer cómo era la vida en el interior. Todo son bondades, pues en invierno es un refugio natural ante el frío (la montaña aísla de él) y, en verano, buen lugar para resguardarse (en ellas se está bien fresquito). Y todo por arte y magia de la madre naturaleza, sin necesidad de pagar suministros ni de calefacción ni de aire acondicionado. ¡Qué lista mi amiga Carmen!

También es muy interesante ver cómo con sencillos y poquitos materiales se construían estas casas. Ojo al dato, que con tan sólo un pico y una pala lograban la morada, sin que la montaña se derrumbara. ¡Todo un desafío! Lo bonito es ver las fachadas blancas y ya, todas las chimeneas saliendo de la montaña, como cigarrillos encendidos hacia arriba, con lo que se puede intuir dónde estará ubicada la cocina.

El caso es que tengo que advertirles, porque esto de las cuevas tiene una vis atractiva ante la que es fácil sucumbir. Y no quisiera yo que, por no comentarlo, quedaran atrapados dentro de alguna, sin poder salir.

Como les decía, esta parada en Guadix conlleva cierto peligro, pues es un buen “aperitivo” para ir haciéndose a lo que es vivir y sentir la roca, para luego ya, si uno tiene ganas de más y, llega la hora de la cenar, es casi seguro que se pueda terminar en un espectáculo flamenco en lo alto del Sacromonte en Granada… ¡en otra cueva!

Allí, cuando terminó el baile y el cante, ante tanta belleza, mi amigo Alfonso se quedó charlando con Antonio “El Nitro” y, cómo será la cosa, que hasta se hicieron amigos y costaba sacarlo de la cueva. Y es que donde esté una guitarra española, un buen vino, un grupo de amigos, una “bailaora” y… ¡una cueva de por medio! la cosa, seguro, que se complica pues alguien puede quedar “atrapado”.

¿Será que la vida en el interior de la montaña provoca alguna suerte de vínculo que, una vez que se visita una, entran ganas de cantar y bailar en ellas?

Entonces, ¿será, acaso, esta fuerza la que llevó a mi amiga Carmen a comprar una? Le preguntaré cuando la vea.

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