Sí, sí ya sé que no debería estar aquí, sino a unos ocho kilómetros, con su “hermana casi gemela” Úbeda, pero “hice camino al andar” y llegué hasta este lugar. Y, de tan bonito, me quedé una semana.
Nos reunimos un grupo de veintiuna personas para hablar de patrimonio y arte. Qué bien elegido el tema y, sobre todo: ¡el lugar! Imagínense, la ciudad casi enterita, declarada Patrimonio de la Humanidad en 2003. ¡Cómo para no inspirarse en un sitio así! Y vaya que si nos inspiramos.
El alojamiento y los debates lo teníamos en el interior del Palacio de Jabalquinto. Yo, una semana viviendo en un lugar tan bello, y ya me sentía como una ¡auténtica reina! Los baezanos presumen de esta belleza arquitectónica, dicen que no tiene nada que envidiar a “La Casa de las Conchas” de Salamanca. Cómo será que también tiene su juego al escondite en la fachada. En este caso se trata de buscar a una mujer un poco ligera de ropa. Vaya, que… ¡a este palacio no le falta su puntito sexy!
Aquello de que en Jaén no hay playa, hay que andarse con cuidado al decirlo. Tiene su propio mar, el conocido y bellísimo “mar de olivos”. Aporta la misma sensación de infinito y hasta se siente la brisa y todo. Las montañas a modo de olas verdes son una maravilla, pero también, de vez en cuando en este paisaje, se puede observar el “oleaje” en los picos de algunas sierras. El mejor lugar para “darse un baño” con buenas vistas a este magnífico “océano” es el Paseo de la Muralla. También está siendo conocido como el paseo de Antonio Machado, porque muchos de sus poemas surgieron en esta contemplación. Sesenta y ocho millones de olivos ante la vista. La mejor hora para hacer esta ruta es la del atardecer. La única pega es que a esta hora los girasoles nos dan la espalda.
Si uno quiere “toparse” con Antonio Machado tiene varios lugares. Los tres más destacados son: su casa, junto al Ayuntamiento; Otro es la Universidad donde dio clases. Y, uno más: la posibilidad de sentarse un ratito junto a él a leer. Sí, sí, él tiene su propio libro. Eso sí, siempre abierto en la misma página.
Nadie que yo conozca ha regresado de Baeza “sin ligar”. Y no importa aquí la dosis de torpeza, timidez o encanto que uno aporte. Así que cuando Paco, después de recorrer la ciudad me dijo, así de repente: “Inma, venga ahora vamos a ligar”, yo al principio me despisté un poco. Más que nada porque acabábamos de conocernos y estas cosas, requieren su tiempo, ¿no? Pero yo me fui con él. Y hay truco. Les cuento. A ese placer de ir a tomar algo a algún bar (con su regalo añadido: la tapa) allí lo llaman: “Ir a ligar”. Y ya, una vez que estábamos “de ligoteo”, descubrí el > un pan de color naranja hecho con aceite de oliva y pimiento dulce, esponjoso… ¡qué cosa más rica! No dejen de “ligarse” uno de ellos. Y cuando uno “liga”, que venga la segunda ronda. Ya puestos en el trance.
Les cuento un truco por si quieren integrase en la ciudad y no parecer turistas, cómo me sucedió a mí. Cuando pidan su refresco y lo quieran acompañar, no acudan a aquello tan socorrido de: “Camarero, por favor, unas olivas”, craso error. Allí una oliva es el árbol, con sus raíces y todo. Así que, ponerlo sobre la mesa, junto a la cerveza… se antoja difícil tarea para el camarero. Aceitunas y olivas en Baeza no son una misma cosa.
Hay muchas ciudades que son una por el día y otra completamente distinta por la noche. Baeza tiene esta dualidad mágica. Ya bien entrada la noche, no se pierdan dar un paseo por el casco histórico, la iluminación tenue, los muros de piedra, calles estrechas y sinuosas, el silencio… ¡Las huellas del pasado parece que siguen vivas!