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Vivo en la calle del Beso

 

No sé si a Vds. cuando están de viaje también les pasa lo mismo: De repente, pasean por un lugar que les fascina tanto que empiezan a imaginar que estuvieran viviendo en él.

Calle del Beso. Sólo con el nombre, los pies se van solos

Hoy vamos a recorrer juntos una calle en la que a muchos de nosotros nos gustaría vivir. El nombre ya de por sí, atrae: “Calle del Beso”. Ya les digo, no me importaría estar empadronada en ella. ¡Hasta pagaría feliz el IBI todos los años!

Está en el corazón del laberinto del barrio del Albaicín bajo. Es paralela a la Carrera del Darro. Además de la belleza del lugar, a mí me encantaría vivir aquí más que nada pensando en ese momento cuando alguien me preguntase dónde vivo, y poder responderle, como quien no quiere la cosa: “Vivo en la calle del beso”. Muy sugerente ¿verdad?

Entonces: ¿Me acompañan?

Granada, imposible no amarla cada día un poquito más.

Granada es de esas ciudades que cada vez que uno va de nuevo, descubre un rincón aún más bello que en una ocasión anterior. Y claro es fácil sucumbir a una belleza que va in crescendo.

A esta calle se puede acceder desde una pequeña plaza con escalones (¡lleven cuidado que, para más inri, está en curva!) donde se encuentra la “Casa-Palacio Porras”. Tomen aire en esta pequeña plaza porque esta calle como les digo es muy estrecha (no caben coches por ella).

Cuenta la leyenda…

Esta callejuela tiene una leyenda muy bonita: Vivía hace siglos un matrimonio que se amaba con locura y ansiaba tener un hijo. Al cabo de mucho tiempo (ya andaban preocupados con el tema) tuvieron una niña preciosa. Muchos pretendientes merodeaban por la casa. Y ella cada día más guapa y más salada. La zagala era muy querida en el barrio. De repente un día su madre al ir a despertarla, vio que no respiraba. Todos los vecinos lloraban con mucha pena. Cuando la madre se acercó a darle el último beso, la niña despertó. Y es que hay besos que son pequeños milagros.

Callejear por el Albaicín tiene su fatiga y… ¡su sorpresa!

Esta calle estrecha y empinada -como no podía ser de otro modo en este barrio-, tiene además un “regalo sorpresa”. ¡Vuelvan a tomar aire!

Estando en Granada uno no puede quedarse sin ver la Alhambra. Pues bien, en esta calle hay un mirador de estos pequeños, casi escondidos, con árboles, bancos a la sombra, una alberca, suelo empedrado…  En él, el Ayuntamiento debería poner un cartel de esos triangulares que advierten una situación de peligro: “Absténganse los besucones en este rincón”.

Y es que justo aquí, entre la fatiga de la cuesta y, si sumamos el impacto de la belleza de la Alhambra antes nosotros, de verdad que hay un elevado riesgo de que nos pueda llegar a faltar la respiración y suframos un amago de infarto o quedar al borde de la catalepsia (patología frecuente siglos ha por esta zona). Llegado el caso, necesitaremos un beso para superar el trance.

No se pierdan este “regalo” que tiene esta calle: Es el balcón llamado “Placeta de Carvajales” que es el hermano pequeño secreto del Mirador de San Nicolás, mucho más famoso ¡dónde va a parar!

¡No lo cuenten mucho por favor!

Está muy generalizado aquello de “París, la ciudad del amor”, pero no sé yo, este pequeño rincón granadino está a la “altura amorosa parisina”. Shhh, guárdenme el secreto y no corran mucho la voz de este lugar besucón, no vaya a ser que pierda la intimidad y el encanto sigiloso que ahora tiene que a los tímidos nos viene muy bien.

Pues eso… ¡Qué viva San Valentín!

Les dejo que voy a pagar el recibo del IBI…  ¡pero el de mi casa!

 

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