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Zona de embarque

El turista invisible

 

He estado entretenida leyendo los informes que publica la Organización Mundial del Turismo con motivo del día mundial del turismo (27.septiembre). Este año, al ser olímpico, tenía esperanzas de que hubiera salto de trampolín y se desvelara por fin el misterio, pero pequé de ilusa. Todo ha quedado en un mero chequeo médico de las ciudades. Una vez más se acude a ese incertum que es el “turismo sostenible”. Yo siempre me pregunto: ¿Qué turista deja traer bondades a una ciudad y ya, el siguiente que llegue complica la vida normal de los habitantes?

O, traducido en números: ¿Cuántos cruceros más pueden atracar en Barcelona? ¿Cuántos nuevos hoteles en Benidorm?

La macroeconomía tendrá la fórmula, digo yo

En la universidad nos enseñaban las máximas de la macroeconomía. Por entonces la que regía con más fuerza era: “Si la construcción va, todo va”. Y, después, en la práctica hemos visto que sí se cumplía esta teoría tanto en sentido afirmativo como negativo.

Pisándoles los talones y ya con una infraestructura hotelera construida de sobresaliente, llegó otro axioma: “Si el turismo va, todo va”. Y también, la pusimos en práctica. Pero ahora ha variado la segunda parte de la fórmula. Ha pasado a serlo bajo la interrogación: ¿De verdad todo va?

Y es este dilema el que ando yo investigando en las reglas de la macroeconomía para poder saber el punto exacto en el que el turismo ya no es cosa buena. Muchas ciudades han visto cómo los precios de las cosas más cotidianas, como tomar un café, trepaban a ritmo, primero del dólar, luego del yen y del rublo y ahora, del yuan.

Librerías donde antes de comprar el libro ya puedes empezar a leerlo y si lo terminas de un tirón, no pasa nada. Esos terceros lugares…

El “paseíllo del turista”

La invasión del turismo llega tan lejos que la cosa empieza a ser preocupante. Se habla del “paseíllo del turista”. Los > que debe ver: Ese ir y venir de un sitio a otro, sin pararse a disfrutar para poder visitar veinte monumentos en cuatro días.

Y su visibilidad queda atestiguada en el plano individual: Foto selfie en ellos como prueba del maratón realizado; En la esfera pública: datos estadísticos para después poder medirlo (control de compras con tarjeta de embarque en los aeropuertos; lugar de procedencia en las oficinas de turismo, pernoctaciones, etc).

Tendencia en alza

Últimamente estoy comprobando una tendencia que se resume en: Nada de circuitos. Son turistas invisibles para la macroeconomía y también para su cómplice, la estadística. Ya se habla del atractivo que tienen “las segundas (y terceras) ciudades”; también, se buscan en ellas los “terceros lugares”: que si una pastelería donde puedes saludar a la cocinera; una librería con un rincón peculiar; paseo con un artista local, etc. El viajero busca sentirse como uno más de la ciudad y, abandona (huye de) las rutas ya trazadas.

¡Lo que sufrí el día que me dijeron que no querían ver esta maravilla!

Ni una catedral más

Les cuento un caso que me sucedió hace poco. Un matrimonio de Texas de muy avanzada edad vino a Murcia. Superaban los ochenta cada uno. Habían estado viajando por todo el mundo. Cada Navidad me contaban sus viajes. Yo, preparando su visita, me puse a repasar con codos todo lo que sabía de mi ciudad.

Fui a recogerlos a su hotel y estaba deseando explicarles cosas y presumir de catedral. Nada más empezar, iba yo ya cogiendo ritmo por la segunda sílaba, cuando me dijeron: “Inma, hemos estado en las catedrales de medio mundo, no tenemos interés en visitar ninguna más”. Tras superar el corte (teníamos mucha confianza así que en un plis plas me repuse) rápidamente tuve que idear un plan B. Y lo que hice fue incorporarlos a mi día a día, con mi grupo de amigos y familia: que si un concierto de jazz en un sótano, que si compras en el mercadillo, un vermut en una taberna local, paella dominguera…

El último día, cuando nos despedíamos me dijeron que Murcia había sido el lugar que más les había gustado, donde habían recibido más cariño. Y es que cuando aparecía yo con “mis dos abuelos tejanos” –así decidí presentarlos-, al principio, las caras de todos eran de sorpresa. Luego ya, en otro plis plas, terminaban como amigos de toda la vida.

Desde entonces, cuando vienen amigos de fuera, ya no repaso los apuntes de la Catedral. Directamente les pregunto: ¿Tú quieres sentirte como un local? Y la respuesta, hasta la fecha, es siempre un sí rotundo, sin titubeos. Hagan la prueba. Lo mejor de todos: Les evitará, si Vds. también son de las que las olvidan con facilidad, tener que repasar las fechas y datos de los monumentos. Porque, eso sí, el turismo sigue siendo un gran invento.

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