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Zona de embarque

Los días grises

 

En Bilbao son especialmente bellos. Este color es un continuum en toda la ciudad. Se vincula a su pasado industrial. Sobre todo al acero que tanto bienestar económico trajo consigo.

De tiempos pasados quedan aún huellas. Una es la chimenea rodeada de una explanada de hierba, muy cerca del centro histórico justo donde estaban las industrias Echevarría, que dan hoy nombre al parque. “Antes eran tres chimeneas. Dejaron una a modo de memoria y homenaje”, me contaba un señor mayor que bien conocía esta zona de primera mano.

Seguimos en modo grisáceo

Y el mismo color gris nos lleva al presente. Y todo pasa por la planificación urbanística de la ciudad tras unos años de crisis. El foco se puso en una proyección futura de Bilbao vinculada a la cultura.

Aunque al principio este objetivo se antojaba difícil por ser algo intangible, hay muchos lugares que dan fe bien visible (ver para creer) de haberlo logrado.

Muchos edificios que fueron industrias, hoy tienen una nueva vida, un uso destinado a temas culturales. Una buena muestra es “La Alhóndiga” (Centro Azkuna). En él queda el despacho de su director tal y cómo estaba cuando era un almacén de vino. En este centro aquel sabio lema latino “mens sana in corpore sano” lo cumple a rajatabla: una piscina en lo alto (se la recomiendo, está abierta al público hasta altas horas de la noche); cómoda biblioteca (de esas para leer en un sillón orejero); terraza (también para detenerse)… Ya les digo una parada de esas que uno sale como nuevo, en cuerpo y alma.

Del acero al titanio

niebla1redSi en el pasado el gris lo protagonizaba el acero, hoy esta tonalidad la tiene el titanio que rodea el Museo Guggenheim. Y nos vamos a quedar en su exterior, embelesados en este color.

Ya saben que este museo es rompedor. Sí, literalmente sigue la estrategia de “trasvasar muros”, pues tiene varias piezas de arte fuera de su recinto construido. Una de las más populares es “Puppy”. Hay un chiste local que dice que el perrito llegó antes y que, ya luego, le construyeron su “casita” detrás.

Una parada a lo Marilyn

En otro de sus rincones exteriores podemos emular la famosa escena de Marilyn jugando con el vapor del subsuelo neyorquino; Pero aquí –que estamos en Bilbao-, ¡a lo grande! No sólo a ras de suelo entre las piernas, sino que este vapor recorre todo nuestro ser, de arriba abajo.

Se trata de la pieza de arte extramuros -también de tonalidad gris- conocida como “la escultura de niebla”. Deben prestar mucha atención porque puede llegar a ser “invisible”. Sólo se puede ver y sentir a las horas punta. Luego ya, pasados unos minutos, a eso de y diez, se desvanece.

A mí me encanta porque es la sensación de poder ir caminando dentro de una nube. El mejor lugar para sentir este gran abrazo de aire es paseando por la ría, cerca de la araña “Mamá”.

Una obra de arte que “te acaricia”

niebla3redSu autora es una artista japonesa muy graciosa: Fujiko Nakaya. Su padre era físico, todo un experto trabajando con hielo y nieve. Contaba con un buen maestro en casa a la hora de hacer los deberes. Yo me la imagino haciendo experimentos entre el congelador y el horno con su padre, los dos mano a mano.

La idea de crear obras de arte con vapor le surgió porque en una exposición universal uno de los edificios le pareció muy soso y no le gustaba. Se las ingenió para poder “hacerlo desaparecer” por completo. Una forma sui generis de transformarlo en arte, ¿verdad?

Aquí también en algunas ocasiones el espesor de esta bruma artística puede llegar casi a ocultar el edificio. Me contaba un trabajador del museo que cada día la obra es diferente porque juega con las condiciones meteorológicas y se crea un microclima con un toque muy intimista, según cómo empuje el viento o penetre la luz solar. Ése era el propósito de la artista: “esta obra es una reflexión sobre el cambio”.

Porque Bilbao ha sabido cambiar aquella fuerza motora de la industria por otra dirigida hacia la cultura. Ha ganado el premio a “la mejor ciudad europea para 2018”. He aquí mi felicitación por este “casi Nobel urbanita”.

Sabido es que después de la niebla siempre sale el sol. Por eso los días grises en Bilbao nada tienen que ver con la tristeza. Y sí mucho con la belleza. Y también con el arte.

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