Ubicado dentro de una montaña, en la vertical cielo-tierra. Todo un laberinto en tres niveles excavado en la roca que comunica unas casi cincuenta dependencias. Pueden estar tranquilos que los temas de vértigo o claustrofobia están bien controlados.

El guía antes de entrar da una pista para “transitar” (¡ejem!) por el interior y poder hallar la salida: “se pasa de una sala a otra a través del techo, suelo o pared”. Y otra más (que para los que somos un poco despistados se agradece mucho) si se pierden: “sigan las cuerdas”.

Con la “ayuda” de estos consejos, nos adentramos un grupo de unas veinte personas. Y es cruzar la primera habitación, y ya el recorrido pasa a ser todo un juego. “Es como un parque de bolas pero para adultos”, comentaba un profesor de la universidad al salir. Muchos le dimos la razón. Cuando se pusieron de moda, por edad ya no nos dejaban entrar en ellos y este pasar de un sitio a otro por agujeros escondidos, subidas, bajadas… guarda similitud con los de los niños.

Las Cuevas de los Moros: Silos versus bancos

Son muchas las teorías de estas más de 112 ventanas artificiales en las montañas que existen por toda la zona de Bocairent (Valencia). La de mayor peso apunta a que se trata de unas excavaciones de tradición bereber de almacenes familiares para guardar el grano. Situadas a buen recaudo para asegurar generosas provisiones. Todo un “banco” acorazado de la época.

Los burros se asoman a las ventanas

El pueblo de Bocairent (situado a media hora de Alicante y a hora y media de Murcia) tiene un emplazamiento de esos que ya cuando se ve por primera vez desde lo lejos, asombra. Bordea toda una montaña. Cómo será que muchos bares, casas y hasta la plaza de toros, están excavados dentro de la roca. Un trazado de calles empinadas que conduce como si fuera una tela de araña a la plaza central del ayuntamiento.

Resulta muy chocante ver desde la plaza, casas con una altura de varias plantas y con burros asomándose desde las ventanas más altas. Y todo tiene su explicación: Estas ventanas coinciden con la planta baja de las viviendas a las que se accede por otras calles más altas, cosas de la pendiente claro. De ahí el dicho popular del lugar: “Los burros se asoman a las ventanas en Bocairent”.

La hermana mayor

Presten atención que este lugar es la hermana “mayor” del Caminito del Rey. Aún a pesar de la diferencia de edad, sí guardan cierto parecido fraternal: los dos lugares bordean un río; la emoción en ambos va in crescendo a cada paso que se avanza; las vistas son de esas que cortan la respiración y, tanto en Málaga como en Bocairent, al terminar uno se siente hecho un chaval, sí rejuvenecido en estos recorridos en los que parece que volvemos a la bonita época infantil de los juegos. Porque la naturaleza tiene lugares que no entienden de edad. 

El record lo tiene un vecino de 91 años, era uno de sus sueños y lo cumplió. Los bocairentinos adoran este rincón, forma parte de sus vidas. De pequeños, todos jugaban y trepaban por este precipicio.

La nevera más grande del mundo.

Y si les quedan ganas de aventura -les aseguro que puestos a jugar, uno no quiere que se acabe el juego, digo, la visita-, en el mismo Bocairent, tienen otro laberinto, esta vez bajo tierra. Es la Cueva de San Blas. Se accede a ella por uno de los pasillos previstos para el desagüe del deshielo y, una vez dentro, se abre toda una cúpula gigantesca para el depósito de nieve. Estas neveras eran todo un desafío empresarial. En el interior se explica el reto de poder mantener el hielo sin necesidad de electricidad. Mucha sabiduría, ya lo creo.

En Bocairent, a pedir de boca

Si optan por una visita más pausada, todo el perímetro de Bocairent se puede recorrer en línea circular por la Ruta Mágica. Y de ahí a tomar la famosa pericana con un licor herbero les dará fuerzas para empezar a escalar (¿jugar?) por las calles de Bocairent.