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Zona de embarque

Mucha marcha

 

“Voy a recorrer toda la isla andando; Sólo llevaré un euro y a mi perro”. Parecía una locura. Un periódico local publicó esta pequeña odisea y, lo que no esperaba Toby, el caminante, es que al llegar cada día a un pueblo, la generosidad le estaba esperando. Los lectores del diario querían apoyar a su manera esta iniciativa: En un bar lo invitaban a un bocadillo; en una tienda, salía con un paquete de embutidos como regalo. Después de unas semanas, cuando finalizó la ruta, tenía aún la moneda intacta en el bolsillo.

Había logrado culminar el trayecto con la ayuda de todos: tenderos, vecinos, camareros, policías… El euro hoy lo tiene enmarcado en su empresa. Han pasado ya más de diez años. Ahora, con su equipo organiza esta vuelta ibicenca a pie dos veces al año. Yo he tenido la ocasión de recorrer varias etapas de este tour andarín con Simón, uno de sus guías. Todo un “guiricenco” como a este inglés le gusta presentarse. Junto con Víctor de la empresa “Turismo Botánico”.

Ibiza en invierno

Son senderos que siguen las huellas de pescadores y cazadores que buscaban lugares casi escondidos. En ocasiones se transita junto al borde de acantilados. Uno de estos caminos, de tan bonito que es, es conocido como “Las Puertas del Cielo”. Para llegar a ellas, antes la ruta da una de esas sorpresas que cortan la respiración: el mirador de los islotes de Ses Margadiles. Desde él, con un poco de suerte, se pueden ver delfines. Otra ruta circula por la denominada Costa del Cristal. Este apelativo es bien merecido pues está repleta de cuarzo.

También las hay menos montañosas. En el sendero plano de Las Salinas, las dunas crean paisajes diseñados por la huella de la fuerza del viento de tal forma que cuando uno va andando, parece que lo hace sobre la copa de los árboles: sobre las montañas de arena y rocas por las que se camina, apenas se pueden ver únicamente las ramas más altas. En los días soleados en este paseo se unen unas acompañantes muy huidizas: ¡las lagartijas! Toda una aventura esquivarlas del susto que dan cuando aparecen por sorpresa. Muchos éramos los que íbamos dando saltos al verlas.

Cada ruta tiene un punto estratégico: Una cala escondida, un faro y sobre todo, las típicas Torres de Defensa que alertaban de la presencia de piratas. Hoy, desde estos lugares estratégicos se ven pueden ver pasar a los lejos los grandes buques de carga.

Los guías van explicando cada planta, cada pequeña construcción de cazadores… Ibiza es bien conocida por su marcha veraniega. Si Vds. también son marchosos, entiéndanme en sentido literal, vaya que les va la marcha al aire libre, la isla ibicenca en invierno sabe mucho de esto. No se la pierdan.

Y buen día hizo una tortilla

Todo empezó como un pequeño acto de solidaridad. El pueblo blanco de Santa Agnès de Corona tiene apenas dos calles y una iglesia. Hace unos años hasta él llegaban muchos caminantes y turistas tras un largo paseo desde San Antonio Abad. Después de esta caminata de algo más de dos horas, al llegar muchos estaban hambrientos. Pero en el pueblo no había bares abiertos.

Iban a la tienda de ultramarinos y preguntaban qué tenían para comer. La dueña les contestaba que ella vendía pimientos, tomates, queso… Pero, generosa dónde las haya, como también vendía huevos y patatas, les indicaba a sus clientes que les podía hacer una tortilla con todo lo que tenía por la tienda.

Y aquel acto de generosidad con los caminantes hoy se ha convertido en la especialidad de la casa: son tortillas con tantos –tantísimos- ingredientes, que parecen casi tortadas. Ella puso todo lo que tenía a mano y, aún estos más de diez ingredientes se mantienen.

21 plantas aromáticas en una bebida

Me surge una duda: ¿acaso los habitantes que viven en una isla son más solidarios que nosotros, los peninsulares? Yo me sigo preguntando: ¿No serán quizás las secuelas de aquel espíritu pacifista hippie de hace décadas que se ha quedado en la isla? ¿Mira que si la brisa del mar lo expande?

Tengo una muestra más de esta generosidad desbordante. Una de las rutas que hice pasaba cerca de una bodega familiar. Y, por supuesto, Simón y Víctor pararon en ella. Nos contaba la gerente que uno de sus licores lo hacen con… ¡21 plantas aromáticas! Con la excusa de ver si éramos capaces de detectarlas todas, vaya que sí, que nos insistía y todos repetimos varias veces. Por si fuera poco, en la cata de vinos, las tapas de acompañamiento tenían la condición de cena navideña: mesa repleta de sobrasada, quesos, butifarras diferentes… Todos los productos, 100% ibicencos, directos al paladar.

Como ven la generosidad ibicenca es algo que, a nada que uno dé un paso, aparece. Con ella quería desearles a todos Vds. ¡Feliz Navidad!

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