“Mi nivel de felicidad ha aumentado unos puntos”. No mentía. Me lo contaba radiante. “¿Por favor, dime, cuál es el secreto? Quería copiarme. ¿El truco? Había cambiado los tonos del móvil y ahora lo primero que oía era el piar de unos pájaros (encerrados en el teléfono eso sí). Pero a ella le parecía que sus días empezaban al estilo Heidi, en mitad del campo. Ipso facto me copié, claro. Los autoengaños, dicen los sociólogos, son trampas en las que caemos con mucha facilidad. Les aviso en el primer párrafo.
Dueños y señores
Durante los días (y semanas) de confinamiento, la ciudad cambió también los ajustes de sus tonos. Los ruidos del tráfico cedieron el protagonismo al cantar de los pájaros. Sus sonidos se colaban por las ventanas y balcones que abrimos para poder aguantar, digo, respirar.
Muchos de nosotros, en este silencio urbanita hasta ahora inaudito, hemos pasado largos ratos intentando averiguar a qué especie podrían corresponder. Yo quedé maravillada con la historia de un señor mayor que en los primeros días de confinamiento pidió a sus hijos que le compraran un libro para aprender a descifrar los cantos. Y en la última de las prórrogas, ya era capaz de distinguir de qué especie era cada sonido.
Porque el piar es pura partitura
Cuando llega la primavera, en “Las Cuatro Estaciones” de Vivaldi, basta cerrar los ojos y uno puede sentir que toda la sala se ha llenado de una gran bandada de pájaros (que a buen seguro era el momento favorito de Hitchcock). También, desde la música, el personaje de Papagino de la “Flauta Mágica” a todos nos hace piar siguiendo su ritmo (cuesta mantener la compostura si lo escuchamos en un auditorio).
En estas estaba yo entretenida la pasada primavera cuando me tuve que documentar para grabar un programa de radio sobre este tema pajaril (una urbanita ya no sabe apenas distinguirlos). El estornino es de los madrugadores, junto con colirrojo que se anticipa un poco a la salida del sol y, así tienen todos organizados sus franjas horarias, hasta el ruiseñor, que es de los que le cuesta irse a la cama pronto. La directora el programa, una científica de pro, me explicaba la inteligencia que tienen a la hora de las migraciones, que funcionan casi con criterios demográficos. Las aglomeraciones, que ellos bien saben evitarlas. ¡Cuánto aprendizaje podemos extraer de la maestra naturaleza!
El sí unánime
La relación de los hombres con los pájaros siempre ha sido de admiración. El ansia de volar es casi una aspiración natural del hombre. Ya desde la mitología griega conocemos la historia preciosa de Dédalo, padre y guía en el primer vuelo con su hijo Ícaro.
Este sueño humano está presente en todas las épocas de la historia. Lo creemos logrado con los aviones, sus “plagios con sello de ingeniería punta humana”. Hoy, muchos de ellos, con patente registrada en China. ¡Ejem!
En esta época en la que aunar decisiones está tan complicado, yo creo que sí rozamos la unanimidad ante la pregunta: ¿te gustaría poder volar como los pájaros?
Sin fronteras
En Finlandia el pasaporte esconde un libro animado, un juego óptico: un arce se mueve al deslizar sus páginas con el pulgar. En el nuestro, cada una de ellas, está dedicada a un ave. Pero tenemos cerradas sus páginas. Sí, suena contradictorio, cuando las aves no entienden de fronteras. Otra enseñanza más de una globalización con sentido.
El despertar
¿Podremos algún día entender su lenguaje y llegar a comunicarnos con ellos? Ay, si San Francisco de Asís nos hubiera dejado algún manual… Estas semanas en las que “el tictac ciudadano” se ha parado, sé que les va a sonar muy rebuscado (estragos del confinamiento tal vez) pero, ¿y si en ese piar nos estuvieran queriendo decir algo verdaderamente importante?
Esta coral de aves tal vez nos haya estado gritando a voces: ¡VAMOS, ES HORA DE DESPERTAR! O, ¿nos quedaremos adormilados antes este aviso de la naturaleza?
Si logramos despertar, la pregunta “¿qué hora es?” ya no la volveríamos a formular jamás. Ellos nos avisarán, en modo “chat”. Sí, estaremos dialogando con las aves. Y ya no necesitaríamos cambiar el tono de nuestros teléfonos para ser un poquito más felices.