Historias (curiosas) de hoteles | Zona de embarque - Blogs laverdad.es >

Blogs

Inma

Zona de embarque

Historias (curiosas) de hoteles

 

La recepción era diminuta. En un espacio de tres escasos metros cuadrados se hacía el registro de los huéspedes y estaban depositadas las maletas de los que aún se estaban dando el último baño en la piscina antes de partir. El corazón del hotel estaba fuera: una inmensa terraza exterior con vistas a la sierra de Mariola (Alicante). Unos altísimos pinos abrazaban los balcones y ventanales de las habitaciones. 

En esta explanada con césped y hamacas de madera se organizaban clases de yoga, paseos de meditación, conciertos improvisados, tertulias de los huéspedes alojados… En ocasiones, él se dejaba ver, tímido en una esquina. Nunca decía nada.

Una de las actividades más demandadas por los clientes era hacer la caminata hasta las cascadas del río Vinalopó. Era un poco complicado porque, atravesar un bosque conllevaba altas posibilidades de no dar con el cauce. La dueña, lista ella, a quienes nos veía con cara de que en la segunda curva ya nos sabríamos si seguir a la derecha o a la izquierda, nos ofrecía la posibilidad de ir con el guía del hotel. “Él se encargará de que Vds. regresen para la cena”, nos tranquilizaba. Y entonces aparecía casi por arte de magia en la recepción esperándonos. 

Yo quedé sorprendida porque se ajustaba perfectamente a nuestro ritmo andarín. Cuando parábamos para ver una flor rara o para hacer fotos, también se detenía junto a nosotros. Y siempre tan calladito.

El baño en una cascada tiene un toque de placer que roza la felicidad. La sonoridad del agua, su frescura, la madre naturaleza brotando tan generosa. Es un momento de esos en lo que uno renace. Y a mí me extraña porque se habla poco de estas duchas all’aperto. Yo creo que Fellini sí que las conocía bien, hasta las emulaba colándose en las fuentes.

Nos vestíamos de nuevo para regresar al hotel y, cuánta eficiencia (y discreción), él iba unos pasos por delante. De vez en cuando se perdía de nuestra vista pero, a los pocos minutos, en silenciosa compañía, se unía a nuestro lado. Se notaba que el camino se lo sabía de memoria. Pero lo estaba disfrutando casi tanto como nosotros que era la primera vez que hacíamos la ruta.

Llegamos justo al anochecer. La dueña ya estaba con los preparativos de las cenas. Todos los días en una pizarra de tiza escribía el menú. Tocaba humus con cerveza local de aloe vera y ensalada de flores. El guía se paró a nuestro lado, mientras nosotros leíamos ese cartel tan apetitoso. Se notaba un poco fatigado por su respiración jadeante. Yo estaba casi como él. La cuesta de subida de regreso también me había dejado un poco cansada.

Cuando entrábamos al comedor, nuestro cicerone, a modo de despedida, se quedó moviendo su rabo.

Temas

Curiosidades y crónicas viajeras

Sobre el autor


febrero 2021
MTWTFSS
1234567
891011121314
15161718192021
22232425262728