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Zona de embarque

Agárrense que vienen curvas

 

Vivo sin vivir en mí, con la inquietud de no saber a estas alturas cuál será la canción del verano. Porque, ¿y si este año, con las secuelas pandémicas, de nuevo nos quedamos sin melodía?

Por si acaso, recupero la vieja canción estival de Henry Stefen, “Mi limón, mi limonero”. Me dicen mis coetáneos que ‘afine’ un poco más: “viejísima” canción.

Será esta partitura la música de fondo de este recorrido guiado por esta fruta de tanta curvatura. ¿Comenzamos a saborearla?

Allí donde deja de ser ácida

En Francia es fácil ver en las pastelerías las famosas “tartas a los dos limones”. Verde y amarillo. Unen el limón con “su prima” la lima, de parecida ‘tonalidad’ y, el resultado de esta ‘consonancia’ es (ohlalá!) un auténtico delicatessen.

Porque si en una primera aproximación nos lleva a pensar que es acido, los golosos conocen la exquisitez y bondades de la miel del limón.

Allí donde se junta con el alcohol

En México esta fruta la toman en sus peligrosísimos tequilas. La alianza lo es con la sal porque con ella, “se relaja el choque alcohólico y se prepara el paladar para el siguiente trago”, dicen convencidos. Nosotros nos hemos copiado un poco, pero lo hacemos “borracho nivel premium”, esto es, de un trago único. En el lindo México, cuando el tequila es bueno, entonces hay que saborearlo traguito a traguito.

El limón conocido como “la mano de Buda” pierde sus redondeces y se convierte en unos dedos (de ahí el nombre). Esta variante está muy cotizada para las bebidas, especialmente el gin-tonic

Pero no se alarmen, que no todo va a ser darse al alcohol y a los pasteles. Tomen nota que con el limón podemos aumentar nuestra guapura.

En Japón están muy avanzados en temas de cosmética natural. Utilizan en ella la cáscara del limón. Con este polvo hacen mascarillas. También sirve para cicatrizar heridas.

Allí donde se transforma en arte

Y, ya más cerca, en Córdoba, en sus patios, han conseguido que el limonero (como el naranjo) no sea sólo un árbol; con mucho arte han sabido convertirlo en una enredadera que es capaz de cubrir paredes de varios metros de altura. Yo he llegado a ver limoneros que escalaban hasta los tejados. 

Acá donde va por todos lados

Si en el mundo nipón se han centrado en la cáscara, los murcianos aprovechamos sus hojas. Sabemos convertirlas en un riquísimo postre, el conocido “paparajote”. Una palabra tan ‘sonora’, que todavía no se ha encontrado al turista que haya podido pronunciarla correctamente a la primera.

También en estas tierras huertanas, el limón se añade a cualquier comida. Si tienen invitados de fuera este verano, presten atención a sus caras de extrañeza cuando nos vean cómo lo estrujamos a dos manos sobre el plato de patatas fritas, la paella o los calamares.

Pero debemos andarnos con cuidado, porque si somos nosotros, los murcianos, quienes vamos a otro lugar y pedimos limón en un restaurante, es posible que salga el chef con cara de enojado -rodillo en mano- intrigado por saber por qué queremos añadir sabor a su plato cocinado.

Allí donde el limón es lujo y sensualidad

¿El limón más chic del mundo? No dejen de probar el “limón-caviar”. En su exterior, se puede confundir con la lima. Pero su tesoro está nada más partirlo: esconde una forma granulosa, similar a la forma del caviar. “Vesículas esféricas con jugo cítrico de acidez alta”, así la describen en algunos lugares gourmet.

Y este recorrido gastronómico nos lleva hasta el famoso óleo de Julio Romero de Torres “Naranjas y limones” donde la sugerencia -y curvas- de esta fruta es de muchísima sensualidad.

Queridos lectores, les deseo un feliz verano. Que lo disfruten con ricos granizados de limón, al alimón con buena música.

“Mi limón, mi limonero, entero me gustas más…”

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