Entran a un museo y pueden atravesarlo como si estuvieran paseando por una calle más. El edificio ha logrado unir varias calles de tal forma que los ciudadanos pueden transitar por él cuando van, por ejemplo, a comprar el pan. O, según explicaba el proyecto: “consolidar la permeabilidad interior de la manzana”. Uno de los muchísimos premios que ha recibido el inmueble es el “mejor catalizador urbano”.
Una vez dentro, el ángulo recto desparece: si usan el ascensor, no esperen el típico cubículo rectangular. Son dos de los muchísimos datos asombrosos del Museo de Arte Contemporáneo de la Fundación Helga de Alvear en Cáceres.
Oído cocina
La idea surgió entre ollas, sartenes y manteles. Desde las cocinas de un restaurante muy conocido cacereño, la amistad de su dueño con el arquitecto fue perfilando todos los planos, salas y estructura del inmueble. Después de disfrutar de los manjares, ya tenían seleccionada la ubicación (C/ Pizarro).
El contenido que les faltaba lo lograron al convencer a la galerista Helga -reticente en un principio- del buen lugar que sería esta ciudad extremeña para su colección. Ya sólo quedaba la tarea de ajustar los presupuestos. Y entre amigos, este cierre contable siempre resulta más sencillo. La base de la confianza ya está anotada en el balance. Lo demás, es cuadrar números. Y en este caso, no era necesario convencer al banco.
Lo lograron fácilmente. De aquel “oído cocina” inicial, se hizo la magia. Muchos visitantes que suelen acudir a cacerías de la zona, ya tienen una visita obligada en la ciudad: buena comida asegurada (Torta del Casar y un buen plato de jamón nunca falta); alojamiento en alguno de los muchos palacios restaurados y el museo con las puertas abiertas de par en par. ¿Puede un museo lograr que un turismo de elevado poder adquisitivo visite una ciudad? De momento, las cifras desde la fecha de apertura dan una respuesta positiva.
Entramos en las salas de este museo que podría ser conocido como “el MoMa español”. Muchas de sus obras han estado en las salas de los museos de todo el mundo. Con todo, por aquello de mantener el misterio y la sorpresa tan sólo les contaré tres de sus piezas.
Las páginas amarillas están en Cáceres.
¿Qué fue de ellas? Esta pregunta que todos alguna vez nos hemos hecho. Aquel primer buscador, de gran éxito en la década de los setenta, con tal profusión de nombres, apellidos, direcciones, profesiones… Todo aquello que era posible antes de la legislación de protección de datos, hoy ha recobrado una nueva vida; Se ha transformado en un bosque de altos troncos, formados por las huellas que recorren un sendero. Entran ganas de perderse en él.
Metáfora visual
La pieza de más éxito está nada más cruzar el umbral. La que más atractivo tiene en las redes sociales. Es una lámpara gigantesca roja, simulando las típicas chinas que cuelgan desde lo alto. Pero ésta tiene una peculiaridad -y he aquí la idea reflexiva de su autor-: la posición de caída alude al sistema político; Esta metáfora crítica ha obligado a su autor a no desvelar cuál es su domicilio actual.
No se pierdan el barco Azor (unido a la historia de España) que está “encallado” en uno de sus muros exteriores. Tiene una nueva “travesía” (ahora ya en tierra firme) al convertirse en una pieza de arte.
Otro gran secreto
Seguimos nuestra ruta de museos y escondido en el sótano del Museo de Cáceres encontramos un aljibe gigantesco formado por naves abovedadas de más de seis metros de altura que recuerda las cisternas construidas bajo la ciudad de Estambul.
Es uno de los depósitos más grandes del mundo. Y estuvo en funcionamiento hasta el siglo XIX. Está justo debajo del claustro del patio del Palacio de los Veletas, ideado para recoger el agua de la lluvia y, con ella, asegurar el abastecimiento de la ciudad. ¡Cuánta inteligencia!
De puertas hacia fuera
Es curioso cómo tanta sabiduría de aprovechamiento de los recursos se quede dentro de los museos y no la apliquemos a diario, ¿verdad? Y más ahora en tiempos de sequía.
El “iceberg del conocimiento”
Quizás podemos copiar un poco la idea de Helga. Para ella el arte contemporáneo “nos ayuda a entender un poco más el mundo en el que vivimos, del que a veces sólo lo rozamos en su superficie”.
Nosotros hemos descendido hasta los sótanos, no nos hemos quedado en la superficie, a ver si así…