Queridos lectores, en el mes de enero comenzamos el año navegando por aquellos ríos escondidos bajo tierra; Toca ahora despedirlo en lo alto de las montañas. Y, además, con vistas al mar, que siempre es un gran aliciente.
He elegido una pequeña península junto al Mediterráneo que tiene todo lo que un viajero puede desear: historia, arquitectura, literatura, museos, intrigas de poder, momentos de shopping, curiosidades, jardines… ¿Suben conmigo? La altitud no llega a los 100 metros. Ánimo, pues.
Qué temple el de los Templarios
En este último recorrido del año pasearemos por Peníscola (Castellón). El punto de llegada será la subida al Castillo-Palacio del Papa Luna. Pero lo haremos sin cansancio, rodeando el perímetro de su muralla.
Llegar al Patio de Armas es casi un logro. El ascenso lo es entre callejuelas llenas de pequeñas tiendas y restaurantes. Un laberinto de esos en los que da gusto perderse. Y, la pendiente hacia arriba nos ayuda a salir fácilmente de este embrollo.
Donde ruge la marea
Hay varias paradas que merecen la pena. Mi favorita es “el bufador”. Tiene el apelativo muy bien asignado: por este gran agujero se escucha la respiración profunda del mar. Impresiona muchísimo. Ojalá tengan suerte y puedan verlo uno de esos días de gran oleaje, porque a buen seguro saldrán corriendo de este rincón, so pena de mojarse por completo si se quedan.
Otra parada, en esta “escalada” al castillo, es en la Casa de las Conchas (con permiso de la ciudad de Salamanca). Las dos fachadas de la casa están repletas de ellas. La dueña, intercambiaba tabaco con los pescadores de la zona, quienes se las entregaban; Y ella, que era una de las primeras guías turísticas, las colocó como llamada de atención a los primeros visitantes.
Ya, muy cerca del castillo se encuentra la plaza del faro. Presten atención porque al estar unido a la línea de fachada y adherido a las casas, muchos son los que pasan y si van un poco despistados, se lo pierden. Ya les digo, entre la belleza del mar; pasear muy cerca de las murallas convertidas en un rompeolas… Yo casi me lo pierdo. Avisados quedan.
A los pies del Castillo
Llegamos por fin (si hemos superado las tentaciones comerciales, las gastronómicas, el Museo del Mar, etc.) a la explanada del castillo. Allí nos recibe, desafiante, la inmensa estatua del Papa Luna (realizada por Sergio, el marido de Estíbaliz, en su segundo trabajo como escultor entre concierto y concierto).
Casi un “Monte Saint-Michel español”. Y “un Vaticano” también.
Hace muchos años, las mareas ocasionaban que esta, hoy ya península, fuera una isla. Con lo que el asedio se complicaba un poquito más. Se da la nota curiosa -y vital para la supervivencia- que un manantial de agua dulce llega hasta la zona interior de la muralla. Hoy este lugar está transformado en un centro cultural (conserva la denominación, “Casa del Agua”). Un fontanero de la localidad me contaba, muy convencido, que la calidad era notablemente superior a la del casco urbano moderno.
El Castillo-Palacio está reconstruido, pero permite ver cómo era la vida de los Templarios. Una de sus aportaciones, que más me sorprende, era su buen ojo para edificar fortalezas allí dónde la orografía favorecía una buena visibilidad y control. Si desean seguir la ruta de sus emplazamientos y castillos, descubrirán lugares preciosos en el Bajo Aragón.
Empecinamiento a toda costa
En este castillo se aposentó durante años el famoso Papa Luna. Y lo convirtió en sede pontifica. En una de sus salas escribió el libro “Las consolaciones de la Vida Humana”. Y, en su creencia de ser el verdadero pontífice (como Benedicto XIII) y, perseverar a toda costa en esta posición, es posible que la expresión “mantenerse en sus trece” naciera de este empeño.
Tiempos modernos: un poquito de Hollywood
La belleza de Peñíscola ha cautivado también a muchas productoras de cine que han elegido esta localidad como escenario de muchas películas. Charlton Heston y Sofía Loren (“El Cid”) pasearon también por estas calles.
El trazado urbano actual, ha convertido para siempre este lugar en una península. Y, a cada lado del itsmo, una playa. La del norte, permite llegar paseando (o en bicicleta) hasta Benicarló. Una ruta de unos diez kilómetros muy recomendable.
Hay muchos más datos curiosos. En Peníscola está ubicada la sede de una gran fábrica de caravanas. Diariamente, se pueden ver los grandes camiones en dirección al puerto de Sagunto; En ellos figuran las pegatinas del destino final (Nantes, etc.). De allí serán vendidas por toda Europa. Y, más tarde sus dueños, las conducirán hasta… ¿quizás de nuevo estas playas? Son los trasiegos del ir y venir.
Queridos lectores, muchas gracias por estos doce ratos compartidos este año, de rutas y destinos y que, ya sea en caravanas, a pie, en bicicleta o en avión, sigamos descubriendo un poquito más el mundo el próximo año.
¡Feliz Navidad!