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Volcanes y palabras

 

A nada que uno ande un poco despistado, es posible que el vuelo que reservó aterrice en Palma de Mallorca (Islas Baleares); O, tal vez, en Las Palmas de Gran Canaria. Incluso podría darse el caso de tener reservado su hotel en territorio continental: En La Palma (Cartagena).

Como ven, para llegar a la bonita isla de La Palma (Canarias) requiere un gran desafío: exige estar muy atento a esta coincidencia léxica.

Una vez superado, si llegan en avión, queda otro reto: Seguramente desde sus asientos pisarán fuerte como si tuvieran un pedal de freno, en un movimiento reflejo, queriendo con él ayudar en este trance al piloto; La pista del aeropuerto es muy pequeña. El avión, nada más aterrizar, debe girar 180 grados (so pena de caer al mar). Entre el océano y plataneras, en un diminuto espacio, allí está construido.

Montañas que se mueven y, no son espejismos

En el sur de la isla, en Fuencaliente, una abuela conversa con su nieta, sentadas las dos en unas mecedoras en la terraza de su casa al caer la tarde: “Esa montaña que ves, cuando yo era pequeña y tenía más o menos tu edad, no estaba”. Lo comentaba en un tono natural, señalando con el brazo el pico del Teneguía. Este ver aparecer una montaña de la nada que para nosotros, los peninsulares, sería algo totalmente insólito, para muchos isleños es parte de su vivir. Y es muy bonito charlar con ellos y apreciar cómo conciben una naturaleza totalmente viva y en movimiento.

El día que el diccionario de la RAE acogía una nueva palabra

La isla ha aumentado su superficie tras la erupción del último volcán en el año 2021. Esta nueva cabida territorial es propiedad estatal por imperativo de la Ley de Costas.

¿Qué nombre dar a una nueva calle? Es un procedimiento sencillo y normalizado que ya contemplan las ordenanzas municipales. Pero, ¿cómo llamar a una nueva tierra que ha surgido tras el volcán? La solución para hallar el nombre idóneo se hizo a través de consulta popular. Una opción era atender a la regla de la toponimia (que es la más habitual para estos supuestos de lugares nuevos). Pero la elección más votada, fue acudir al legado de aquellos primeros habitantes de la isla, rescatar un poquito su lengua -ya extinta- y, al igual que este resurgir del volcán, recuperar una palabra aborigen. Y fue así como quedó oficializado el bonito nombre de Tajogaite (grieta en la montaña; montaña rajada) para el volcán.

La ruta de senderismo por esta cumbre, en la que los pies se hunden en el camino negro de las cenizas, es asombrosa. No hay fauna; los troncos de los árboles quemados por el fuego son los únicos restos de este paisaje apocalíptico. Todos quedamos sobrecogidos ante la fuerza y la grandeza que tiene la naturaleza. Incluso una niña, con una pequeña piedra, tras escuchar las explicaciones, en el suelo, con movimientos “construyó” un pequeño agujero, que simulaba un volcán.  La visita se hace necesariamente con guías especializados, en pequeños grupos y acotada en unas zonas determinadas.

Una palabra “en constante movimiento”

Pero si las montañas están en movimiento, hay otra palabra, también de continuo trasiego, muy chocante, que todo el archipiélago utiliza para denominar los autobuses: Allí son guaguas.

El origen parece provenir de asimilar, de forma sencilla, el complejo nombre que tenía la fábrica americana de autocares (que los exportó a Cuba): “Washington, Walton and Company Incorporated, coloquialmente resumida en “Wa & Wa Co Inc” y, que terminó en la guagua actual por la sonoridad de las dos primeras sílabas.

Caminar junto al océano

Se puede recorrer en ellas toda la isla. Una ruta preciosa es ir a San Andrés (bellísima localidad) y, desde allí, seguir la senda costera por el Camino Real de la Costa (GR-130), para ver el Charco Azul (piscina natural entre las rocas); horno de cal, plantaciones de plátanos, espigón de los pescadores, fábrica local de ron y, finalmente la playa en Puerto Espíndola. Un recorrido a pie, de aproximadamente cuatro kilómetros, espectacular.

Seguramente en alguna parada de este paseo tomarán un barraquito (“café a capas”), que será otro término que gustosamente, en este viaje con palabras por La Palma, añadirán a su diccionario personal.

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